La locura es no hacer de vez en cuando alguna. Hemos aprendido a ser sensatos, a no arriesgar demasiado, a conservar lo que tenemos y no perder lo que se gana. Nos han enseñado que asomarse al precipicio no es un acto de cordura, que andar por el filo es temerario y saltar al vacío es suicida. Se nos ha educado en la prudencia, en acostumbrarnos a la rutina y habituarnos al mismo horizonte. Se nos ha dicho que quien camina diferente es raro, que quien vive aventuras es porque escapa, y que soñar puede traer consigo la peor de las pesadillas.

Han intentado adiestrarnos en la cordura, que entendamos que la razón es la clave de una existencia serena, que sentir es pecado y reflexionar lo adecuado. Han buscado mil maneras de hacernos creer que más vale no ser inquieto, domar las ansias de vida, amar, pero con medida, y esperarnos al destino. Nos han intentado convencer de lo moralmente aceptable, de la ética deseable, de que las pasiones son desmedidas y existe un Dios que las juzga, de mirar a otro lado menos a uno mismo. Han pretendido sujetar nuestras ambiciones, que busquemos imposibles, que habitemos el instante, que abracemos el presente. Han coartado las ambiciones, limitado las pretensiones, esclavizado las almas.

Han querido mutilar nuestras ganas de universo, el hambre de mundo, la ambición de navegar los infinitos y volar aún más alto. Nos hicieron mortales y humanos, negándonos lo divino que siempre perdura. Que el arte no lo dibuja cualquiera, que la música no va contigo, que ya está todo inventado. Nos creímos culpables, condenados a una presencia efímera, con más responsabilidades que placeres, confinados a un cuerpo que envejece y se apaga. Nos creímos las raíces, las banderas, el dinero y las clases. Nos creímos las verdades, el tiempo, la historia y nuestro destino. Nos negamos a ser lo que amamos, a sonreír desafiantes contra la expectativa, a dejar de esperar para ser quien pretendemos, a ser locuaces cuando todos callan, a gritar los silencios y empezar a elegir el sendero.

Y ahora vengo a contarte que nunca es tarde, que debes nada a nadie, que siempre amanece, que toca decidirse. Y ahora vengo a decirte, que no es tiempo de resistirse, que los pasos se dan hacia delante, que la locura es estar cuerdo, y que vivir consiste en eso, no en estar en el sitio, no en habitar el camino, sino en ser plenamente el momento…