Aceptación

Dime que lo Harás…

Me dices en tu carta que no tienes esperanza, que no tienes nada a lo que agarrarte, que todo se ha acabado para ti. Me dices que el dolor te supera, que tus sueños se han ido, y que el día a día te mata. Hoy me permito escribirte, aquí, unas letras, para que todos la lean, porque sé que no eres el único, hazme caso, aunque pienses que es un camino solitario, y valga para ellos también este escrito.

Tienes dolor, amigo, y eso es más que nada. Es un síntoma de estar vivo, de que hay sangre. Te duele porque tienes un alma, porque existe un corazón que aún late, aunque de un tiempo a esta parte notes que se apaga por momentos. El dolor es mejor que la nada, y mientras exista, quedaran posibilidades de curar algo, lo que sea.

Tienes pasado, lo sé, porque el daño viene de algún sitio, pero también sé que tienes presente, porque me has escrito, y con eso nos vale para hacer cosas. El futuro no existe,  es mentira, así que no temas algo que aún no está. Y si te da miedo, vale, lo entiendo, pero no dejes que controle lo que hagas en los próximos cinco minutos.

Porque no creo que sea un problema eso de encontrarle sentido a la vida. No. Creo que es un problema de atención. De atender lo que tienes y lo que puedes. Te diré. Pues creo que no te has fijado en tus manos, en la cantidad de abrazos por dar aún, en los instantes en los que sostendrás a quienes te necesitan. No ves tus labios, en los besos que vendrán, en la sensación de fundirte con alguien durante un momento eterno. No sabes observar tu respirar, que es lo único que nos hace falta para existir, y que vivir es todo lo demás, pero que eso lo construyes tú.

No te estás dando cuenta. Que esto no va de las cosas que tengas, sino de no necesitarlas. Que no va de tener muchas amistades, sino de cuidarlas. Que va de ser humano por lo que haces, no de serlo sin hacer nada. No ves tus pasos, los que quedan, la huella que puedes dejar en alguien, ese alguien al que le haces falta. No ves los amaneceres, las sonrisas que vendrán, los gestos amables, las muestras de humanidad. No ves los mares por navegar, sin más que perder que la vida, apostando al límite a lo que sea. Las tentaciones, las miradas, las palabras, los secretos. Los sabores, el arte, los colores. Que la ilusión no aparece si antes no hay coraje. Y que no hay héroe que una vez no se haya sentido vencido.

No esperes sentir sin hacer, que pase sin provocar, que ocurra sin disponer. No esperes ilusión sin esfuerzo, atraer sin intención, serenidad sin tu nervio. Que tu paz es una cuestión de rebeldía contra ti. Que a amar se aprende, y a creer, y a soñar, pero antes tienes que poner fe, fe y movimiento. Paso a paso, abrazo a abrazo, expresando, arriesgando, atreviendo, intentando. Conjugando verbos en gerundio, que así se vive la vida, por mucho que te hayan dicho.

 Así que no me digas lo que sientes, sino lo que quieres sentir. No me cuentes lo que piensas, sino lo que traerás. No es fácil, lo sé, ni lo quieras, que lo sencillo no está mal, pero lo que está bien de verdad es la gran dificultad se conseguir ser genial. Empezando por ti, hoy, no más, darte a los demás, a ver qué ocurre. Salir al fin de la trinchera de los miedos que te atan,  pase lo que pase, y dedicar antes un tiempo escribirme la buena manera que te inventarás para salir de esta. Sin extenderte demasiado, hazme el favor, que mientras estaré viviendo, disculpa, predicando con el ejemplo, que no te conozco, si acaso a tus letras, un placer, y me vale con leer que escribes, que escribes que lo harás…

 

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