Aceptación, Compromiso, Humanidad, Inteligencia

Segundas Oportunidades…

Artículo publicado para la Revista Nueva Era del Empleo

Ahora que la tormenta va de paso es momento de juntar los restos que ha dejado y aprender lo que podamos para la próxima que venga. Tenemos que sacar conclusiones, tanto los gestores de Recursos Humanos, como los empresarios, tanto los emprendedores como los empleados. Resolver la ecuación que no supimos solucionar y buscar alternativas al problema. Es de gente honorable hacer balance y mirar al futuro, teniendo en cuenta el pasado y los errores cometidos en el mundo de la empresa. No sería positivo pasar de largo y simplemente lamentarnos, eso o hacer que otros carguen con toda la culpa de lo que ha sucedido, y yo seré el primero que lo haga.

Me culpo, desde luego, de haber centrado la selección de personal en curriculums bien presentados, de no haber mirado más y mejor a la persona que lo portaba, de dar tiempo a que demuestre sus actitudes, de entender que la productividad no viene del talento sino del esfuerzo, y que un título, por sí solo, no es rentable. Me responsabilizo de haber creído tanto en los números y no en las sensaciones, en los resultados y no en las expectativas, en las certezas dejando de lado las ilusiones. Me culpo de haber pensado que el problema está en los políticos, en los que mandan, en las leyes o en la calle, olvidándome de las cosas que yo hice mal. De los gastos superfluos en comisiones y no haber invertido más en formaciones. En época de recortes dejar de invertir en motivación y dedicarme a la burocracia. En apagar fuegos con gasolina que terminaron quemando el clima de la empresa. De escuchar a jefes que no saben demasiado de sus empleados, de ser aquello que aprendí sin saber cuestionarme mi propio conocimiento. De tantas cosas que hice mal pero que prometo cambiar.

También te culpo a ti, empresario, de no escucharme cuando te decía que gente infeliz no hace que el negocio avance, de oír únicamente números a fin de mes y gráficas descendientes, sin palpar de primera mano el tesón de quienes soportaban la carga emocional cotidiana de tu empresa. Te responsabilizo de no ser el primero que tirara del carro, de pensar que los demás eran el problema y creerte dios de tu pequeño mundo. De no cuidar tu barco, abandonando el timón cuando más se necesitaba un líder poderoso para gobernar una tormenta perfecta.

Te responsabilizo a ti, empleado, también, por conformarte con un sueldo, por no ir más allá de lo que te pedían, por creer que con tener un trabajo era suficiente. Por las malas caras que me pusiste, por dejar que tu dignidad sufriera y por no transmitirme tus miedos. Por mendigar un empleo en tiempos de crisis, a pesar de todo, y no atreverte a mostrarle tus uñas a la injusticia.

Somos todos culpables del pasado, pero responsables del presente y del futuro. Tenemos la gran oportunidad de aprender, de mejorar, de reinventar nuestra manera de entender la empresa, de sentarnos a decirnos las verdades, de abrazarnos cuando lo necesitemos y ayudarnos entre nosotros. Sentir orgullosos que la buena tripulación no es aquella que se rinde, sino la que supera los peores mares y vuelven a navegar la vida, aunque estemos un tiempo reconstruyendo una roída nave que ha soportado la más horrible de las tormentas, pero que aún sobrevive, la mejor oportunidad que nos brinda el destino, y que prometo aprovecharla…

20150320-115343.jpg

Deja un comentario