Reconozco quien me salva. Reconozco que tengo miedos que los apago con acciones, que en sus garras me veo cada día hasta que decido ahuyentarlos con mis pasos. Reconozco que me equivoco cada día, que me fuerzo a ello, pues en el acierto nunca hubo aprendizaje. Reconozco que la pereza me gana de vez en cuando hasta que elijo levantarme y cambiar las cosas. Reconozco que no vivo el instante a veces, que miro demasiado al futuro y me condiciona el pasado, al menos mientras no caigo en la cuenta de que el presente es mi única herramienta. Reconozco que no acepto a los que se rinden, a los saboteadores de sueños y a los descreídos, pero los perdono, porque en su pecado les va la penitencia. Reconozco mi mortalidad, aunque sé que nuestro legado no se va con nosotros, y eso me tranquiliza. Reconozco mi infancia como mi patria, mi adolescencia como amiga y mis desamores como maestras de mi destino. Reconozco mis letras bebidas en coraje, hartas de lo imposible y de la expectativa que todo el mundo espera. Reconozco mis valores, humanos, basados en la sonrisa y el abrazo, en los gestos y en el honor, en la locura y en las tentaciones. Reconozco la pasión de mi cuerpo, la impaciencia de mi mente, la expresión de mi mirada y la belleza de mis amaneceres. Reconozco un ego que lucho por destruirlo, un sigilo que me acompaña y una vergüenza que me paraliza. Reconozco la culpa de hacerte pensar que es fácil, que cualquiera puede reconocerse y que es un viaje sencillo. Reconozco que necesitas tiempo, hacer la guerra contra ti mismo, derrotar al vacío de un enemigo invisible que te desgarra por dentro. Reconozco que no estás solo, que percibo tu desdicha, que la reconozco como mía, porque un día estuvo en mi. Reconozco que no hay mejor aventura que luchar contra lo que se nos ha educado, poner en jaque lo que creemos saber, quitarle filtros a lo que vemos y empezar de cero a entender el universo. Reconozco que un amigo no es el que te pregunta, sino el que lo sabe. Reconozco que una pareja es un camino de espinas, pero hacia un jardín perfecto. Reconozco que tu mejor versión es ilustre y es la que quiero, que el dolor pasa y que la lógica sucumbe ante un corazón dispuesto. Reconozco que ser auténtico no es decir lo que piensas sino hacer lo que aspiras a sentir, que la fe lo mueve todo y que la belleza es tan genial como subjetiva. Reconozco que el tiempo cura las heridas, pero que los besos curan el alma, y que son infinitos. Reconozco que empiezo a reconocerme cuando empiezas a reconocerte, que peleo hasta hacer que nazcas de nuevo para mirar el destino como un desafío, que llegues hasta aquí y me entiendas. Reconozco entonces tu aroma en mi presencia, en esa cima, aún en silencio, y eso me salva…
Enrique Vazquez Oria
Blog del Psicólogo, escritor y locutor. Aún confío en una Psicología Artesanal…