Aceptación, Compromiso, Humanidad, Inteligencia

Lo más adulto es ser niño…

Es curioso preguntar a los niños lo que quieren ser de mayor y que te digan, inocentes, que aspiran a ser astronautas, deportistas, pilotos, cocineros o médicos. Llama la atención que, cuando les preguntas, te hablan emocionados de profesiones totalmente vocacionales, convencidos de ser aquellos que aspiran en el futuro, sin la menor duda posible. No vacilan en asegurarlo, sin sospechar siquiera que otra opción pudiera darse, pues no la contemplan.

Así ocurre al principio de nuestras vidas. Crecemos con la certeza de las cosas que nos atraen, brincando y viviendo el instante, que es lo único que importa. No sabemos de curriculums, entrevistas, miedos ni protocolo. Tan sólo vamos hacia adelante, habitando el presente con lo que venga, dando lo mejor de nosotros mismos, ya sea entre iguales o en un simple partido de barrio. Centramos la atención en lo que hacemos, olvidándonos hasta del resultado, pues entendemos que jugar es lo que realmente merece la pena.

Nos volvemos mayores sin darnos cuenta. Y van apareciendo los temores a no ser lo que esperamos, intentando cumplir expectativas a menudo impuestas por terceros. Nos quebramos la cabeza con obligaciones, aferrándonos a la lógica lo más posible, dejando la emoción a un lado. Ya no arriesgamos. Vamos a lo seguro, eligiendo lo sencillo sin atrevernos a apostar al límite por nuestros sueños. Y así sucede con todo. Nos conformamos con trabajos que no nos gustan, manteniendo personas cerca que no nos dicen demasiado, cambiando entusiasmo por cordura a las primeras de cambio, no vaya a ser que descarrilemos.

Y claro, aceptamos sumisos la circunstancia, cualquiera que sea, que nos permita pasar los días y los años sin grandes sobresaltos que nos haga sentir incómodos por tener que dar el triple de lo que nos apetece. Y ya no queremos jugar, sino ganar, ni vivir, sino tener. Esclavos del papel verde que decide quien eres y cuanto vales, por encima de lo que haga falta.

Así hasta que un día caemos en la cuenta del error. Despertamos en un mundo de adultos que hace tiempo nos dice bien poco, anhelando ser crío de nuevo, dando la bienvenida a la experiencia, cualquiera que sea. Así hasta que nos negamos al letargo de un camino marcado por otro en el que no hallas aliciente suficiente que sostenga tu existencia. Y entonces vuelves a ser tú de verdad, imaginando lo que quieres ser, tentando los límites que sean necesarios y agarrándote a la incertidumbre de lo nuevo. Y entonces te reconoces, reencontrándote contigo en el paraíso de las almas que nunca crecieron. Ese lugar perfecto que sirve de felicidad y serenidad a los que jamás se fueron o los que,al tiempo, como yo, terminamos volviendo, entendiendo que lo más adulto que podíamos hacer en nuestras vidas era regresar a ser otra vez como un niño, pero esta vez para siempre…

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2 thoughts on “Lo más adulto es ser niño…

  1. Todos los días, sea por varios minutos o unos pocos segundos, intento recrear en mi mente las diferentes sensaciones que me regalaban las experiencias de mi infancia. Vivir sin preocupaciones y dejar que la pasión del momento guíe nuestros actos se traduce en un momento existencial completo. Excelente artículo, saludos 🙂

  2. Hola, Enrique.

    Te sigo desde hace un tiempo y cada vez me gusta más tu blog y no es «efecto de mera exposición», familiaridad, ni nada parecido. ¡Es que es una pasada!

    Hoy no me resisto a dejarte el comentario después de haber compartido el post de todas las formas posibles. Tu blog es como esas buenas canciones que escuchas en la radio y sabes que están escritas para tí por algún motivo especial.

    Espero que tu blog llegue a medio mundo, que se traduzca al inglés, al chino y al arameo si hiciera falta porque merece llegar a muchísimos ojos que aún no despiertan.

    Un abrazo y gracias por tus post.

    Alicia González.-

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