Un día naces, te recibe una luz que te ciega, lloras desconsolado al tiempo que los presentes te dan la bienvenida al mundo, ahogados en lágrimas de alegría. No entiendes nada, tu corazón revienta el pecho y respirar se te hace extraño. No lo recuerdas.
Te haces niño, jugar es tu forma de existencia, tocarlo todo, caerte, los primeros amigos, tus padres los héroes de tu mundo, pensar, una ficción adulta, mañana demasiado lejos, ahora es la palabra, aquí el lugar y ya el momento.
Creces, los cambios afloran, la primavera de las sensaciones, el primer amor, los amigos, los primeros versos que escribes, equivocarse, reconocerse en un grupo, los desengaños, la pereza, la soledad. Aparecen las emociones, la ira del incomprendido, la rabia ante las injusticias, la sonrisa a destiempo, el cuerpo por su lado, la mente que desvaría, los secretos de madrugada, los veranos de pelota, de confesiones, de prometer amistad hasta lo eterno.
De repente pasan los años, vuelas del nido, la rebeldía, elegir sobre un futuro que aún no te importa. Conocer la calle, el valor del dinero, aspirar lo que no se tiene, conocer lugares prohibidos, estremecer los sentidos, la libertad, la sensualidad, perder algún ser querido, despedirse, apreciar lo que ya no vuelve. Soñar, mirar al futuro, mil ideas, creerse fuerte, invencible, eterno, magistral, poderoso.
Y la locura se vuelve cuerda. Elegir compañero o compañera, abrazar los instantes robados al trabajo, disfrutar de volver a casa, aprender de los errores, caer en la cuenta, saber perdonar, rezar al destino para que nada cambie, los proyectos, luchar contra los miedos, el tiempo que se escapa.
Crear un hogar, las dudas, enseñar valores, el compromiso, domar los temores, los premios, los castigos, cargarse de razones ante las emociones del niño, olvidarte de ti, a veces, ser persona, mirar atrás, orgulloso, decidido.
Ver como se marchan, mostrar el camino, disfrutarlo al tiempo que se sufre, recordarlo sin invadirlo, rogar que vuelva, esperarlo, ayudarle cuando puedas, animarlo. Mirarte y sonreírte, verte en el espejo de la conciencia buscando amarte, los amigos que vuelven, contar el pasado, las historias de chiquillo, los encuentros en familia, los brindis de fin de año, presidir la mesa, ver pasar los días, agarrarse al presente, las primeras canas, estar serenos, las arrugas, la juventud que permanece latente, a pesar del cuerpo, a pesar de los años y de tu suerte.
La descendencia, ser honorables, batallas a la lumbre de un fuego, las raíces, la razón, el silencio, ya está anocheciendo, las estrellas, los que se fueron, los destellos de tu alma, el corazón cansado, las manos curtidas, la pluma vacía de haber escrito, el cuadro dibujado, el destino elegido, misión cumplida.
Te haces viejo, has jugado la vida, tocado el cielo, aprendido de las caídas y levantado, siendo héroe de otros. Has pensado en pensar menos, en tocar el instante, en admirar el reflejo, respirar esencias de vida. Seguir haciéndolo, el reto más bello. Y entonces sonríes, y los presentes te despiden ahogados en lágrimas, por supuesto, de alegría, y un día mueres, y se viene la luz, esa que te ciega, y quizás, tan sólo quizás, imagina, la nueva bienvenida, con los tuyos, para siempre, y ese es mi deseo…