Aceptación, Compromiso

La Mejor Época Posible…

Vivimos una gran época, quizás la mejor posible. La época en la que el destino puso las cosas en su sitio y distinguió aquellos seres dispuestos a sobreponerse de la tormenta. Hemos aprendido a derribar los muros irracionales que soportaban nuestro presente, heredados de otra generación que también fue víctima de sus antepasados. Ya entendemos que se puede vivir sin propiedades, pues la única posesión que tendrás es a ti mismo, si acaso. Empiezo a reconocer motivos que alumbran el cambio de nuestra sociedad, curtida con las manos de los que creemos que otro mundo es posible. Y así, cada vez más, me encuentro personas decididas a cambiar, gente corriente que entiende que cualquiera puede hacer cosas extraordinarias. Ejemplos de seres increíbles que dejan en excusas los motivos de quienes se niegan a salir adelante o a intentarlo.

Ahora sabemos que los mayas estaban en lo cierto. Que nuestra sociedad ha dado un vuelco por completo, pues tuvimos que agudizar la creatividad y el ingenio, ya que ser bueno no es suficiente, ahora se estila ser brillante. Y eso significa mucho más que cumplir y ya está. Es el tiempo de los que llegan aún más lejos, de los que se arriesgan a exponerse y a derrotar las expectativas más optimistas, porque es posible.

Si nada hubiera ocurrido, si todo fuera igual, seguiríamos tan equivocados, trabajando por un sueldo, viendo pasar los años sin hacer aquello que nos gusta, con la impresión de una vejez prematura que se llene de recuerdos por lo que aún no se ha hecho. Ahora se nos da la oportunidad de dedicarnos en cuerpo y alma a saltar al vacío de nuestra vocación, la que sea, que no está sujeta a títulos universitarios que quedaron en papel mojado en la mayoría de los casos, pues nunca vi una asignatura de actitud en la facultad, quizás la más importante de las que tendrían que haber habido.

Sé de lo que hablo, pueden creerme. Conozco los pozos de la desesperación y no tener nada. Pero en ese camino tortuoso hallé el mayor descubrimiento de mi vida, a mi mismo, jurando no volver a ser esclavo de nadie ni de nada, tomando con responsabilidad el reto de no reaccionar ante el entorno, sino de actuar respecto a él, desconfiando de todo lo aprendido que no pasara el tamiz de mis propios valores construidos por mi propia reflexión y mi conciencia.

Y por eso elegí sumar siempre. Porque ser genial no es un don, sino una actitud, alcanzable por cualquiera que se lo proponga, y yo no iba a ser menos. Y en esas me veo cada día, procurando unas letras, mi voz, y toda la fuerza de mi alma para levantar la dicha de todo aquel que asome por mi reducto, la tribu de quienes conocen el invierno y se inventaron primaveras, de los que se abrazaron al presente tanto que terminaron ahuyentaron los miedos del pasado. La época donde la sencillez significa estar de enhorabuena, y en la que todos estamos invitados…

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