Son excusas. No puedes, no quieres, no te apetece. No sabes, no tienes, no sientes. Di que no te han enseñado, que no te da tiempo, que es imposible. Cuenta que aún no has aprendido, o que no lo recuerdas, o que se te ha olvidado. Disfrázalas de pereza, de sensatez o de prudencia. Vístelas de decencia, de madurez y de cordura. Dime lo que quieras que me crea, que no es tu culpa, que no tienes ganas, que es una locura. Que no estás convencido, que prefieres conformarte, que no debes nada.

Sigue en la línea de pensar en vez de decidir, de mentirte sin elegir, de morir sin arriesgar. Dame motivos para no ser tu yo real, la crisis, los que mandan, tu jefe, los niños, el sueldo, la hipoteca. O dime las injusticias, la historia, el pasado o los temores. Deja de dormir, de caerte, de estarte quieto, de negarte. Deja de lamentar tu suerte, de esconder tus defectos y de recitar las virtudes. Grita los secretos, las verdades y las sinrazones.

Respira los instantes, que cuando se van, no vuelven. Agarra los momentos, que cuando quieras, no vienen. Persigue lo inmortal, lo inalcanzable y lo eterno. Ama lo fugaz, lo efímero y lo fugitivo. Que todo eso es humano, y si hay Dios es piadoso con las tentaciones.

No sigas un camino establecido, porque no existe, ni quieras recorrer senderos de otros, ni veredas sin arte, ni horizontes que no sean tuyos. No quieras evitarte, probar las emociones, inquietarte, deshacer los destinos y lo esperable. No pretendas evadirte, ser huidizo, conformar y consentirte. No firmes sin mirar, ni mires sin escuchar, ni veas sin tocar, ni roces sin suspirar. Calla la conciencia a silencios que la hagan clamar desesperada y rendirse.

Vuelve a ti y transmite el mensaje a los que precisen. Disipa dudas con intenciones, supera expectativas con acciones, haz que suceda antes de contarlo, pues la mejor forma de atrapar el presente es saboreándolo y la manera de predecir el futuro es inventarlo. Y ya lo excepcional, para colmo, dejarme ser testigo de tan exquisito milagro…