Humanidad, Inteligencia

Dispuestos a atreverse…

Ahora que has decidido ser héroe y dejar atrás el pozo del pesimismo. Ahora que has elegido formar parte de una nueva raza de personas que dan el paso y se exponen. Vamos a por la receta, a buscar la forma de ser geniales sin dejar de ser normales. Toca buscar la manera de empezar a cambiar el mundo, y aquí vengo yo a aportar un par de ideas. Quizás pases de largo, pero intuyo que si has llegado a estas líneas es porque aceptas el desafío de mejorar las cosas.

Para cambiar el universo no es necesario que te embarques en proyectos extraordinarios, no precisas de armamento especial ni de aventuras allén de los mares. Olvida grandes sacrificios ni gestas dignas de ser escritas por exquisitos poetas. No pretendas el favor del público ni el reconocimiento del pueblo, ni las entrevistas o los podios. Los milagros no se premian con laureles ni medallas, ni siquiera con dinero o comodidades.

Los nuevos ídolos permanecen en el anonimato, generando paz en los que te rodean, sorprendiendo respecto a la expectativa, inventando sonrisas en quienes no se la esperan. Los nuevos héroes caminan firmes, celebrando la vida y matando la pereza. Hacen lo que deben y mucho más. Agradecen, ayudan, perdonan. Tienden la mano al que no la merece, aprenden del pasado y sueñan con un gran futuro. Motivan, emprenden, saltan y cumplen lo que prometen.

Las grandes proezas residen en los pequeños detalles altruistas. Las mejores hazañas radican en las acciones generosas y optimistas, en las maniobras desprendidas y en la bondad del que no tiene porqué. Son las madres, los amigos, los desconocidos, los padres, los que creen sin ver y tocan sin mirar. Son los que regalan sensaciones, los que dibujan emociones en el rostro de los asustados, los que insisten en el alma de los que se ven perdidos. Los que bailan la existencia, torean los problemas y tientan a la suerte. La grandeza de los pequeños actos, la genialidad de imaginarlos y la destreza de llevarlos a cabo.

Vivimos en un planeta donde siempre esperamos. Nos han enseñado que nadie regala, que todo cuesta. Nos han dicho que seamos prudentes, educados y conformistas. Hasta que nos dimos cuenta que nuestro brillo se refleja en el rostro de los demás, y que eso nos devuelve una serenidad de conciencia que no hay razón que te convenza de lo contrario. Y al final todo vuelve, quizás por casualidad, o quizás por divina justicia, y el presente cobra un sentido maravilloso, el regalo del destino a las personas dispuestas a atreverse…

 

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