Las señales llegan desde todos lados. Me preguntas en tu correo por motivos para seguir existiendo, y yo hoy te los daré. Asumo tanta responsabilidad, jugándomela a una carta, quizás no ves otra, por eso me toca responderte.

Quizás por tus antepasados, movidos por la ilusión de prolongar un apellido. Por tu infancia, la patria de tus emociones y estar en el presente. Por los sueños de adolescente y los primeros amores, que son recuerdos que morirían contigo. Por todas las habilidades que aprendiste, el talento que aún no sabes y por las noches furtivas de pasión que te esperan.

Quédate por los miedos que superaste, las vergüenzas que perdiste y las decisiones que te quedan. Quédate por las palabras que precisan de ti aquellos que las necesitan, por los abrazos que vendrán y los amaneceres que verás. Quédate para demostrar que todo es posible, que tu gesto me sirva y den brío a mis letras de cada día. Para que otros se perdonen, se motiven y se quieran. Para que el mundo vuelva a creer en historias bellas, que peores batallas se ganaron, y de ellas se escribieron los mejores poemas.

Quédate con nosotros, que somos cuerdos bebidos en locura, que somos serenos impacientes de vivir, gente corriente que hace cosas extraordinarias. Vente al encuentro de nuestras travesuras, rebelarnos contra lo esperable, romper los límites de nuestras posibilidades, superar barreras inimaginables. Serás guerrero pacífico de la ternura, con coraza forjada en afecto, en devoción por tu grandeza por haber vuelto. Haremos de tu fe una bandera, de tus heridas un verso y de tu gloria un ejemplo.

Quédate para quitar la razón a los realistas, a los ya no creen en nada, a los abandonados y a los que desconfían. Levantemos juntos a quienes han caído, a los hermanos que han perdido, a los olvidados y a los vencidos. Agarremos la vida con coraje, con la bravura de los héroes que vienen del infierno, con el atrevimiento de los humanos que aspiran a ser eternos. Te propongo que seamos inmortales, sensibles, imprescindibles, geniales.

Quédate, te necesito, porque vienes de lo más hondo, porque alumbrarás suspiros, porque sentirás orgullo de haber vivido. Quédate, te lo ruego, porque mereces un futuro, un universo que te reconozca y la tentación de haber existido. Quédate por mi, para seguir respirando, para pensarte, para sentirte, para tocarte. Quédate para mi, para seguir leyendo tus cartas, saber de tus pasos, de tu camino. Quédate para escribirte, para releer juntos este escrito, brindando por ti, por mi, por nosotros, por ese día magnífico que quisiste desaparecer y decidiste quedarte a luchar, conmigo…