Hace poco escuché en una escuela de negocios que emprender era una actitud que unos pocos tenían ante la vida. Que emprender consistía en la virtud que unos cuantos poseían para hacer de su existencia un continuo desafío. Para nada de acuerdo. Somos buscadores de explicaciones para todo lo que ocurre alrededor, cuando no nos damos cuenta de que tenemos libertad para ser aquello que queramos ser, independientemente de lo que se nos haya enseñado, en la línea del artículo de ayer.

El gran problema es que pasamos por la escuela, por el instituto y hasta por la facultad y se nos dice que el mejor trabajo es aquel que es estable, ese que es seguro. Ya saben, las catorce pagas y un mes en verano. Aquel que no te exija demasiado, con tus ocho horas de faena y picar a la entrada y a la salida. Con todo lo que conlleva, depresiones postvacacionales, dificultad para conciliar vida laboral y familiar, sensación de estar haciendo siempre lo mismo, etc. Es un error.

Pasamos por la facultad y no se nos enseña a producir, a generar empleo, a ser proactivos con nuestro negocio y ganarnos la vida con nuestra profesión. Eso sí, decenas de asignaturas inservibles de las que no recuerdo ni el nombre a día de hoy. No se nos dice la manera de apasionarnos, de tropezarnos y levantarnos cuando perdamos la confianza en nosotros mismos. No se nos insiste en que la ciencia es compartir conocimiento y revertirlo en la sociedad de la manera más digna y honrada posible.Y qué quieren que les diga, pero me parece funesto e increíble que así sea.

He tenido que descubrir por mi mismo que se puede decir que no a un puesto seguro y ser feliz. He tenido que apostar por un camino aparentemente desconocido y oscuro, en contra muchas veces de la opinión de los que tenía cerca, rechazando un empleo tranquilo para dedicarme a lo que de verdad me apasionaba. Decidí ser libre y ser coherente con mis palabras, a pesar de todo, y atreverme con lo poco que tenía y con los carros de ilusión que portaba. Y gané, vaya si gané. Hoy me dedico a lo que me gusta, haciendo mi propia agenda, en función de mi estado de ánimo. Intentando mejorar cada día en una profesión que, créanme, es difícil pero muy satisfactoria.

Este es un mensaje para ti, alumno de psicología, o de cualquier otra disciplina, que no ves salida en lo que haces, como a mi me pasó. Para ti, profesor de facultad, que sólo enseñas conocimientos y te olvidas de las cosas verdaderamente importantes. Y para ti, conferenciante de esa dichosa escuela de negocios, que dices que emprender es una actitud de unos pocos. Ser emprendedor es un rasgo humano, una virtud que cualquiera puede poner en práctica si se lo propone. No es una opción en tiempos de crisis, sino quizás la manera de empezar a ser realmente nosotros mismos de una vez por todas. Y si no me creen echen un vistazo a las vistas que elegí para mi vida…