Te están mirando, aunque no lo sepas. Cuando crees que están a sus cosas, entre juegos y sonrisas. Cuando se hacen los dormidos, mientras hablas con tu pareja. Te están escuchando cuando discutes, cuando perdonas , al compartir tus sueños y provocar tu futuro. Te copian, te admiran, te siguen y te aman. Son incondicionales de tus actos, defensores a ultranza de tus intenciones y vengadores exhaustos de tu desdicha. Son fieles a tus pasos, agradecidos con tus gestos y felices cuando les regalas tu tiempo. Permanecen en tu sombra, agarrando tus maneras y haciéndolas suyas. Cantan tus letras, bailan tu danza y recitan tus versos. Viven tu presente y se desviven por tu pasado.

Nuestro poder sobre ellos es incalculable, proporcional a nuestra responsabilidad sobre sus vidas. Crecen acompañados por tus valores, acariciados por tu cariño y temeroso de tus miedos. Luchan por tu orgullo, buscan tu sorpresa y se reinventan para inspirarte. Dibujan emociones en tu cara, inundan tu mar de sensaciones y pintan tu lienzo de mil colores. Mueren por ti, matan por vengarte y se cautivan con tu genio. Por ti tientan al destino, retan el descaro y sobrepasan sus límites. Piensan lo que piensan, sienten lo que sientes y dicen lo que dices.

Son almas que nos exigen, entes que nos fuerzan y espíritus que nos reclaman. Son el arte hecho humano, el final de tus méritos y el principio de tu genética. Son el fuego de tus brasas, la profundidad de tus mares y el paraíso de tus cielos. Persiguen tus creencias, aprietan tus abrazos y distinguen tus decisiones. Respetan tus verdades, gritan tus ecos y caminan por tu huella.

Son los niños, débiles en tu ausencia, valientes con tu presencia. Se rinden ante tus palabras, se extrañan con tu vergüenza. A tu lado vencen sus miedos, derriban sus muros y saltan al precipicio. De nosotros depende que sean libres, humildes y geniales. De nosotros depende que cambien el mundo, que encuentren serenidad y que estremezcan a la vida. Nos hacen poderosos de su existencia, dueños de sus fantasías y héroes de su utopía, y ya sólo eso, ni que fuera poco, quizás mucho más, nos obliga…