No, no es egoísmo ni pretendo, mi ademán huele a desacato a los valores, pero a los de mentira, los que nos venden desde arriba mientras perdemos la dignidad contando madrugones. Es por eso que codicio beberme la vida y no dejar rastro. Quiero ser guerrero sin enseñar espada. Erijo de justos lidiar con uno mismo, apostando fuerte al presente, abrazando el futuro recitando odas al pasado. No deseo arrepentimientos a destiempo, volver la vista sin ver nada, aparecer sin ser visto.
No cesaré hasta caer rendido, asuman por seguro, pero no por asentir sin más al que dispone, no por suspirar a fin de mes por cuatro sobras. No, no es eso, es caer muerto de aventuras, de amigos y de amores, de sentir la hierba fresca bajo mis pies mientras lleno mis pulmones de aire puro; rozar la poesía de mil amaneceres sentado a la sombra de una mujer bella, quebrar la garganta con un nudo de emociones demedidas. Es lo que ansío, para mí y los míos, un ejemplo auténtico, un divino silencio, un recio lazo de sensaciones, un lienzo de mil colores que siempre acaba en infinito. Sólo necesito tiempo y respeto, mis manos y mis modos harán el resto, lo juro por mi honor, mi justicia y mi nobleza, que es todo lo que me queda, sin ser poco…
Como el buen brandi, cada año más solera.