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El poeta enamorado de las palabras se desgarra a sí mismo cuando no escribe una letra. Intenta negar una existencia diferente, agarrándose a las vanalidades que el mundo ofrece en cada esquina, pero al final termina sucumbiendo ante la evidencia de su pluma y su corazón. Es por eso que ahora vuelvo a este pequeño apartado, tan mío como vuestro, para confesarme ante el mundo y recrear las mil y una aventuras de un guerrero que no descansa ni quiere. Vuelvo, como la primavera, suave, pero con toda la fuerza de quien no escatima en poner el alma en cada silencio y en cada frase. Un abrazo a todos…

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