Aceptación, Compromiso, Guadalquivir, Humanidad, Inteligencia, Personajes

Querida Andalucía…

Me vas a decir que es imposible. No importa. Mi trabajo diario consiste en convertir los imposibles en probables y los probables en certezas. Es mi pan de cada día, ya estoy curado de espanto a estas alturas. He escrito miles de palabras enamoradas de mi tierra, éstas no serán menos, aunque por una vez irán acompañadas de una súplica hacia ti, como esos amores a los que se les pide sacrificio para que la cosa funcione.

Imagina un pueblo unido, donde los amigos sean hermanos y los vecinos tu familia. Imagina que el problema de aquel es tuyo, y el tuyo de todos. Imagina que la crítica la conviertes en agradecimiento, el orgullo en humildad y el rencor en sonrisa. No es tan difícil como piensas, hazme caso, que se trata de hacerlo primero y sentir qué pasa después. Prueba a perdonar y estarás siendo más humano. Prueba a olvidar y serás más libre. Que el miedo te ata si no lo afrontas, y la ira envenena para siempre.

Imagina una Andalucía sin más colores que su bandera y los de sus atardeceres. Sin más gritos que los de ánimo, y con sus vivas, está bien, pero sobre todo que viva la vida. No es imposible, créeme. Celebrar juntos la existencia, en la esquina que toque, y brindar por la locura de elegir nuestro destino. Dejar atrás la voz que dice que no se puede, la cobardía de no intentarlo, la supuesta cordura de quien no se atreve.

Decir basta al odio que se hereda, a la vergüenza de no mejorarte, a la sumisión de quien se rinde ante lo que le toca. Cambiar vanidad por coraje, deshonor por nobleza y desidia por pasión. Aceptar el desafío de ocupar el silencio con chascarrillos, la distancia con abrazos y el futuro con recuerdos.

Yo he visto personas felices cuando aprendían a amar a pesar de las circunstancias, pero también he visto hermanos enfrentados entre sí dispuestos a destruirse por una idea. Ninguna creencia es más sagrada que las personas, y tenemos ejemplos de sobra en el mundo para motivarnos a reescribir nuestra historia. Enseñar a los pequeños a respetar, no, mucho más, a compartir, pues ninguna fiesta es completa si falta alguien importante a nuestra mesa. Que un día nos vamos, además, ya lo sabes, y el mejor legado son tus valores, los que tengas, y eso es lo único que al terminar nos dejas en esta tierra.

Que quizás la peor batalla sea la de uno mismo con sus voces, y que la guerra se gana jugando a callarla con acciones. Aventurarnos, igual, a tocar la puerta de quien no lo merece, a convidar al que te hizo daño, a saludar a quien nunca lo hizo. Arriesgarse a querer aunque no se entienda, a cambiar aquello que nos hiere, a ser el pueblo que nadie fue.

Enamorarme de nuevo de ti, andaluz, andaluza, lo necesito, como esos amores que dicen ser imposibles pero resurgen con más fuerza. Por mi parte que no quede, aquí estoy, firmando el primero de mis granitos de arena. Prometo aplicarme el cuento, no me dejes sólo.

El momento perfecto para empezar es éste, hoy, quizás, mañana, no sé, en el instante que sea, puede ser. Hazlo por el futuro de los que vendrán, en su honor, por la memoria de los que marcharon, esos nuestros héroes, o por la santísima gloria, discúlpame, de la bendita cosa que más quieras, yo qué sé…

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