No pararé, aunque me fallen los brazos y tenga que arrastrarme por cada letra. No cesaré en mis palabras, a pesar de la pereza, del sueño y de las demás obligaciones. No dejaré que el olvido le venza la batalla a mis ganas, ni la fatiga a mis motivos. No permitiré que el descanso me rinda, pues el tiempo no para, tampoco las dudas, pues la confianza es un camino de certezas. No oiré a los que me dicen que ya es suficiente, porque no saben de mis razones, que son humildes y necesarias.

No perderé la guerra, porque pienso luchar cada batalla, al frente de un ejército de samuráis que son mi orgullo y también mi compromiso. No cesaré en aprender de cada fallo, en levantarme de cada tropiezo, de romper cada día mis límites, de agarrar con pasión el momento. Voy a ser fuego que ilumine tu oscuridad, aunque para ello tenga que quemarme con mis propias brasas. Voy a negar los imposibles de los pesimistas, los motivos de los realistas y la ironía de los incrédulos. Voy a vestirme cada mañana de sonrisas, retando un mundo que pretende vivir apenado. Voy a destrozar mis manos de abrazos, mis labios de besos, mi mirada de paisajes, mis piernas de pasos y mis pulmones de aire. Voy a dibujar el universo que quiero, no el que me vendan, un presente sincero, no un pasado con excusas o un futuro con miedos.

Voy a seguir avanzando, con locura y con coraje, ganándome el destino, matando los temores y masacrando los hastíos. Recitando despacio una existencia que va deprisa. Susurrando al alba los gritos de la vida. Callando las vergüenzas, sintiendo las almas, mimando la gesta. Siendo mi héroe del mañana, porque ahora entiendo que la serenidad no es origen sino consecuencia, una traición perfecta a las normas de aquellos que no se aventuran a ser felices.

Voy a llenar mis vacíos de intenciones, mis instantes de acciones y mis pensamientos de sensaciones. Voy a dar la vuelta a todo, a lo que me dijeron, a lo que me educaron, a la insistencia de la culpa y a la crueldad de la conciencia. Dejaré de asentir para empezar a aprender, dejar de invocar para empezar a provocar, mirar a las personas en vez del cielo. Atreverme, arriesgarme, tentar la suerte y volar aún más lejos. No pararé hasta convencerte del mejor milagro posible. De que si yo pude, amigo, tú también, cuando quieras podrás hacerlo…