Madurar no es hacerse viejo, sino entender mejor las cosas. Madurar es aceptar el mundo que te rodea, aunque pretendas cambiarlo. Es comprender que las mayores satisfacciones vienen de aquello que nos cuesta esfuerzo, por mucho que nos ilusione que nos toque la lotería. Es empezar a valorar los momentos porque sabes que no son infinitos. Es cuidar a las personas que pasan por tu vida y aprender a amar antes de que se marchen. Madurar es perdonar el daño para ser libre, reírte de los recelos y jugar de nuevo a ser jóvenes.
Pasan los años como si nada. Cambian los cuerpos pero no las miradas. Cambian las formas pero no los hechos. Y así todo discurre. Pero no se va el aroma a verano, las tardes calurosas y el silencio de sus madrugadas. No se va el susurro otoñal de las hojas rozando el suelo, ni el olor a chimenea de invierno, ni tampoco la primavera. No nos deja el guiño de la amistad ni la lumbre del deseo, ni el retumbo de las carcajadas de pequeño, ni la inocencia de conocer por primera vez los besos. Se van las edades pero queda el recuerdo.
Madurar es tatuarse de cicatrices por guerras que no siempre ganamos. Es atrapar el presente con nostalgia del pasado y serenidad con el futuro. Madurar es atreverse a decir lo que queramos, pensar que sentir no es pecado, y elegir ser amables con el desconocido. Es arriesgarse a abrazar cuando no toca, levantar al angustiado y mecer a quien lo necesita. Es volver a tus raíces, callar la conciencia y permanecer en silencio respirando. Madurar es domar a la impaciencia, perderse para encontrarse y saber matar el aburrimiento.
Es pasar por la pena y convertirla en alegría. Es despedirte como se merece, soñar despierto y creer que no se sucumbe cuando se expira. Madura quien se llena de experiencias, quien resbala y quien se equivoca. El desquiciado que ensaya soluciones, el peregrino que no halla el camino y el capitán que ansía recuperar su rumbo. Madura el guerrero que vence a su sombra, el poeta que exprime la rima y el padre que busca sustento.
Madurar es acercarse a uno mismo, con fe en el trazo y serenidad en el tiento. Es torear los miedos con gesto artista. Es pintar tu mejor cuadro con colores geniales de los que jamás se olvidan. Es morirse joven de viejo, amigo, eso y dejar en el universo el eco de una gran sonrisa…