Aceptación, Compromiso

La felicidad del camino…

La serenidad se alcanza sintiendo que estás en el camino que eliges, no en el triunfo que supuestamente habita al final del mismo. Muchas personas creen que, al llegar a la meta, obtendrán la ansiada felicidad de la que tanto han oído hablar, pero la expectativa torna en decepción cuando se comprueba que tanto esfuerzo dedicado a una causa no compensa la alegría que consigues cuando terminas. Y entonces queda un vacío difícil de comprender, pues siempre creíste que la gloria era el regalo del destino a tanto sacrificio. Pero nada de eso.

Porque dicha serenidad, ese estado pacífico de bondad con uno mismo y con el entorno, reside en el camino en sí, mientras estás averiguando la meta, luchando contra tus ganas de pararte. Porque, a pesar del esfuerzo, cuando uno se siente en la senda que ha decidido que sea la suya, una sensación de sosiego invade nuestra conciencia. No se trata de una facturación concreta, ni de conseguir records ni medallas. El triunfo es para los que se desafían a sí mismos todo el tiempo, y mientras no desfallecen en seguir intentándolo.

Nos enseñaron que la vida era para los triunfadores, y entendimos que eso significaba conseguir muchas cosas, títulos universitarios, reconocimiento público o dinero en el banco, pero nos equivocamos. La vida es para los que se esfuerzan cada día en buscar su sitio, y el triunfo no es encontrarlo, sino continuar en esa búsqueda constante que te mejora. Porque en esos días en los que planificas tu ruta hallas más satisfacción que cuando se acaba.

Lo tengo más que comprobado en terapia. Cuando el paciente/samurái termina su aventura conmigo, charlando, entre cafés y confesiones, solemos llegar a la misma conclusión, que mientras permanecía en la oscuridad, aunque agarrado a la posibilidad de salvarse, ahí justo halló esa sensación grandiosa de las que les hablo. No cuando todo estaba ya iluminado, sino cuando luchaba para perseguir una luz que se intuía al fondo de su larga travesía.

Entonces, no dejes de buscar tu camino, porque lo de menos es si lo terminas, pues mientras tanto hallarás un espacio reservado para abrigar sensaciones positivas que harán tu viaje mucho más llevadero, rozando auténticamente tu propia humanidad, con sus fortalezas y debilidades. Por eso ya no creo en historias de triunfadores, sino en los triunfos que cualquiera puede obtener si nos quitamos la careta perezosa que nos afea la cara y el futuro. La gloria de aquellos que no dejan de andar, amando el camino, decidiendo cada paso con fe y sacrificio, mirando al horizonte, enamorado hasta de las piedras y encantado de vivir su presente magnífico incluso en lo malo…

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