Aceptación, Compromiso, Guadalquivir, Humanidad, Inteligencia, Personajes

Isla del Tesoro…

No te engañaré. En tu travesía vendrán piratas dispuestos a cortarte la cabeza por unas simples monedas. Los mares se harán cuesta arriba, teniendo que remontar olas que helarían de miedo al mismísimo Poseidón. Y vendrán tormentas que se llevaran las velas que te empujen, las ganas de seguir y mantener tu rumbo. Te sacudirán las vergüenzas dejándote a la deriva el tiempo necesario para recoger los restos de tu barco que aún sigan en pie. Los vientos de la mala suerte se cebarán contigo, limitando tu maniobra a seguir y poco más, mantenerte como mucho, escorado de proa a popa por permanecer en la lucha resquebrajando por la mitad tu humilde barco.

Así será. Y tendrás que ganarle las horas al sueño para vigilar tu destino. Esquivar las flechas que llegan desde las baterías de tierra, donde todo es más sencillo. Aprender el arte de la espada, aunque sólo sea por defenderte de bucaneros que asomen a tu nave para hundirla. Conocer el mapa del cielo para guiarte por estrellas de la intuición, sin demasiada seguridad pero no poca esperanza. Saber tentar el azar cuando toque, eligiendo corrientes marinas que te lleven, que te permitan descanso antes de prepararte para la siguiente guerra.

Es el mar de la vida. Y en ella habitarás mientras puedas. Pero también allí te enamorarás de ninfas y sirenas que inspirarán tus mejores bitácoras. Verás cosas bellas, las que más, amaneceres con música, silencio del que se clava, quietud de horizonte que te atrapa. Bañarte en alta mar desnudo de todos los miedos superados. Las noches de versos a la luz de un candil poniendo palabras a la sensación de ser libre. Escucharte a ti, cada día de tu camino, perdonando tus fallos hasta entenderte, así como atracar en puertos lejanos donde harás amistades eternas.

Y así navegarás la existencia. Surcando aguas serenas, aguas revueltas. Con la mano en el timón y la jarcia de labor apretando lo que venga. Buscando encontrarte, en paz, pues no hay capitán experto que no se vuelva compasivo. De ti depende, valiente, capaz, quizás mortal, pero nunca altivo. Luchando los instantes con sangre y los momentos con tu alma.

No te engañaré. Así vivirás mientras quieras. Hasta que la fuerza de tus manos se acabe. Así hasta que los dioses quieran buscarte. Y que vengan, que me hallarán subido en el mástil de proa, soñando los veleros que leerán mis letras, con media sonrisa en mi cara por haber vencido cada milla que me alejé de la costa. Dispuesto, preparado para zarpar, como el buen capitán que supo arriesgarse a navegar, como el marino de verdad que jamás encontró la isla del tesoro, ni puñetera falta que me hizo…

 

 

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