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Casadas con la Vida…

Susana no tiene quien le escriba. Se desvive, no se rinde, nunca se queja. Encendida de ilusión cuando habla de sus dos hijas, superviviente, guerrera. Nunca supo demasiado de la vida, casada casi adolescente, humilde, humana. Piel banca gastada de de derrotas, sonriente, serena. Dedicada a lo que que creía saber, criar, y poco más, sumisa, inocente. Llenando sus días de libros, de historias que nunca vivió, rendida al silencio impuesto de un alguien que no quiso o no supo deslumbrarla. Así creció, los veinte, los treinta, casi los cuarenta, ya sin él, sólo con ellas, luchando los meses en un trabajo por lo justo. Malabarista del tiempo, repartiéndose como si nada, haciendo milagros a fin de mes, reinventando los problemas. Poniendo a los miedos actitud y a la vergüenza coraje. Bailando la soledad en la sencillez de una mecedora, jugando a soñar con amores de verdad, sinceros y amables.

La imagino corriendo a todos lados, con ese arte de las madres que lo apuestan todo. La imagino respirando a última hora, por primera vez en el día, sabiendo que mañana lo mismo. Disfrazando las semanas de soldado, de capitán, de grumete, de lo que haga falta, por tal de seguir remando. Y decían que ya no quedaban héroes, no que va, sólo que ya no salen en los diarios.

Noble, independiente, capaz. Honrada como la que más. Bella, por fuera, por dentro más, buscando lo que pocos se atreven. Buscando encontrarse. El no va más. Como si no fuera yo quien tuviera que aprender de ella. De ese ejemplo perfecto, de esa lección bestial. De romper con la expectativa de los que los demás esperan y apostar a felicidad, aunque muchas veces duela.

Una tarde apareció en mi consulta, nerviosa, sensible, sincera. Contándome el pasado, su mundo, su guerra. Como esas almas que guardan fuerzas para un último suspiro. Prometiéndome cuidarse, sentir, pensar en ella. Eligiendo saltar a un universo nuevo de temores, agarrada a mí, que no soy sino todas las historias que por allí pasaron.

Y qué quieren que les cuente, qué quieren que les diga. Si de algo valen mis letras, quien sabe, ojalá, es para hacer que alguien al leerlas, quizás, no se rinda jamás, ese alguien increíble, con esa fuerza antinatural. Leyenda viva muy habitual en nuestros tiempos, esas poetisas supervivientes que hasta hoy no tenían quien les escribiera. Madres solteras que me reconcilian con el ser humano, como Susana, un más, de todas esas valientes casadas con la vida…

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