Empecemos a desaprender lo aprendido. Nos creímos que un trabajo era para siempre, las catorce pagas y un mes en verano. Nos creímos que el empleo tenía que estar cerca de tu familia, que la movilidad era para los modernos y que la globalización no nos tocaría. Nos enseñaron que un jefe siempre tiene la razón, que la autoridad es incuestionable y que la mano dura era la mejor manera de dirigir una empresa. Nos quisieron hacer creer que emprender era una última opción, que existen horarios y que el cliente lo es todo. Aprendimos que la motivación era algo secundario, que la actitud no se entrenaba y que la seriedad consistía en dejar de sonreír para siempre.

Nos dijeron que la productividad se mide en números, que la felicidad del empleado es cosa suya y que ambas cosas no están ligadas. Nos dijeron que, en tiempos de crisis, mejor recortar que inventar, mejor cantidad que calidad, mejor pan para hoy que mañana ya veremos. Nos creímos que el mejor trabajador es el último que se va, que un grupo es un ente espontáneo y que el liderazgo no se trabaja. Nos dijeron que las emociones de puerta para fuera, que la lógica es la que manda y que la intuición en el ámbito laboral era un fracaso.

Mucho por desaprender si queremos dar la vuelta a la historia. Vivimos tiempos increíbles donde se nos da una oportunidad magnífica de remendar los errores del pasado, rediseñar la manera de emprender, de gestionar personal o de habitar en un entorno empresarial. Entender que trabajar es mucho más que estar ocho horas en un lugar por un sueldo, identificarnos con los proyectos que llevamos a cabo, hacerlos nuestros y sentir como propios los logros del mismo. Desear que llegue el lunes por tener la sensación de estar en el sitio que quieres. Acabar con el concepto de vida que habitualmente nos han enseñado y empezar a disfrutar de las tareas y las personas con las que las compartimos.

Porque si algo sé es que prefiero una persona feliz, entusiasmada, implicada, motivada y contenta a la hora de trabajar en equipo. Alguien que aporte valores y que haga extraordinaria la experiencia de perseguir el objetivo que sea necesario. Caminar junto a genios de lo humano, sea cual sea la senda, porque sabemos que juntos sumamos mucho más que cada uno por su lado. Empezar a ser, por fin, nosotros mismos, y decirle a aquellos que nos enseñaron que estamos bien agradecidos por lo que aprendimos de ellos, y que es un auténtico placer el haberlo ya desaprendido…