Aceptación, Compromiso, Humanidad, Inteligencia

Doy por Sentado…

(artículo publicado para la revista Nueva Era de Empleo)

Doy por hecho que tienes a manos cientos de webs donde te van a ilustrar sobradamente sobre la manera de afrontar una entrevista laboral. Hay mucho escrito sobre Recursos Humanos, y muy bueno, por supuesto. Pero yo hoy vengo a contarte mi experiencia, por si te sirve, porque en una era donde la información desborda el tiempo del que disponemos para consumirla, parece que las historias personales terminan calando más hondo en el inconsciente general de cada persona de nuestra sociedad, tan heterogénea como cortoplacista.

He trabajado años para grandes corporaciones en diferentes departamentos de Recursos Humanos. En todos ellos me formé técnicamente sobre formación, selección y gestión del personal, conociendo las tripas burocráticas y empresariales de esos mastodontes industriales que son capaces de trabajar cientos de nóminas, incluso miles, y decenas de miles de curriculums al año, por poner un ejemplo. He visto perfiles de todo tipo, desde directivos despiadados hasta becarios asustados, administrativos despiertos o jefes de equipo entusiasmados. He lidiado con ellos en buenas y en malas situaciones, en momentos complicados en los que el barco se hundía y en épocas de bonanza donde todo parecía perfecto. Los conozco en esencia, pueden creerme.

Por eso vengo a contarles lo que vi en ellos, aún a riesgo de recibir algún cachete, espero cariñoso, por parte de esos que se sientan aludidos por mis letras, aunque ya me extrañaría. Y empezaré por la conclusión, por aquello de resolver las dudas del más inquieto, y es que creo que existe una verdad indiscutible, “los mayores activos de las empresas son las personas y el tiempo”. No creo que ningún colega osara a discutirlo. Pero entonces no entiendo que el foco de un departamento no se ponga en ese capital humano y temporal cuando vienen mal dadas, inundando de burocracia insulsa las mesas de nuestras oficinas atestadas de estrés y papeleo acumulado que aporta poco a esas personas de las que les hablo. Pero ese no es el tema, aunque esté relacionado con lo que ahora les relataré.

Existe un intangible perfecto, que es difícilmente enseñable, que se elige, que se transforma y que debiera reinventarse. Dicen que se les supone a quienes allí trabajan, vaya utopía, pero jamás dieron una asignatura al respecto en la facultad o en el instituto, ni siquiera en la escuela se evaluaba como era debido, y me estoy refiriendo a la ACTITUD. Porque la realidad es que los conocimientos sirven para que un trabajador supuestamente sea eficaz, pero sin actitud, valen de nada. Puedo asegurarlo. He visto personas suficientemente preparadas en cuanto a lo académico no ser productivos, o todo lo contrario, trabajadores sin estudios pero con actitud que se salían de los gráficos de consecución de objetivos.

Y para eso vengo a contarles una anécdota real, sin dar nombres, aunque me gustaría, porque hay personas anónimas a las que no se les levantan monumentos y lo merecen, ahora me entenderán.

Primeros de Diciembre, planificando el siguiente año, nuevas contrataciones y departamentos. Una mañana fría se presentó en nuestra oficina alguien que decía ser presidenta de una asociación de mujeres maltratadas, instándonos a que diésemos una oportunidad laboral a ese colectivo que tanta falta hacía. Me sorprendió su relato, me dejé llevar por la intuición y, no sin problemas de dirección, procedimos al alta de tres de esas personas, pensando en ese momento, lo admito, que nuestra empresa se debía a la acción social y al deber de ayudarlas. Así lo “vendí” a los jefes, y coló…

Recuerdo como si fuera hoy los primeros días de esas personas. Me acuerdo de una de ellas, una señora mayor, de unos sesenta años, que tenía un curriculum absolutamente en blanco, pues nunca había trabajado. Recuerdo otra que tenía que hacer una hora de camino de ida y otra de vuelta para acudir a su puesto de administrativa. O aquella que tenía dos trabajos más para llegar a fin de mes, quedando su jornada laboral total en 16 horas, durante todo un año. Y las que fueron llegando después…

Bien, pueden pensar que, con esos condicionantes, y viniendo de una historia de maltrato, la productividad de esas personas estaría en entredicho, ¿verdad?. Nada más lejos. De los doce departamentos que formaban la Zona Sur de la empresa, tras la revisión anual de objetivos, nuestras amigas fueron, indiscutiblemente, las que mejores datos arrojaron en nueve de los diez índices que disponíamos para evaluar desempeño y resultados de nuestros trabajadores. Así ocurrió, con la lección que eso supuso además para todos los testigos de aquel suceso maravilloso. Imaginen la motivación que generó, la sensación ridícula que dejaba en los que ponían excusas y la sonrisa satisfecha que puso en mi cara durante muchos meses.

Por eso les digo. Hay un instante en el que la técnica se desvanece si la actitud no la acompaña. Y, si tuvieran que elegir entre una cosa y la otra, ya saben la respuesta. Lo dice alguien que no creía en milagros hasta que un grupo de supervivientes vino a demostrarme, una mañana de diciembre, que estaba bien equivocado entre todos esos curriculums perfectos y tanta pose genial y esplendida que no se traducía en grandes resultados…

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