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Una noche de locos…

En unos tiempos en los que priva el coto privado de sueños, donde está limitado imaginar mundos mejores y lugares dignos, me atrevo a contar una historia, una de esas donde hombre y mujer se conocen y se enamoran, pero no sólo eso, ni mucho menos, pues lo que les relataré tiene luces de cuento de Disney con final feliz, ya saben, perdices incluídas, dando motivos a la esperanza de un destino que maltrata tanto como es maltratado…
Obviaré nombres para no reventar intimidades, así que pongamos que, Antonio, mismo, un chico apocado de mirada perdida, habiendo dedicado media vida al estudio descuidando su corazón y su bolsillo, se da cuenta un día de que está sólo, ni pareja conocida ni visos de conseguirla pronto. Antonio, que cuenta 30 primaveras, reduce su circulo de amistades a varios carcas que visten canas y alguna que otra becaria sin sustancia. Con tal panorama y, en medio de una de esas crisis existenciales en las que echa de menos compañía, decide, en secreto, entrar a una de esas páginas que te analizan tu perfil y te arreglan una cita con una muchacha con similares características o estilo. Me contaba Antonio que era reacio, que le daba corte eso de quedar mediante ese método, pero que habiendo pagado un mes de suscripción a la dichosa página, decidió tirarse a la piscina del encuentro físico con una semejante no sin antes jurarse que sólo sería una primera y última vez, nunca más, sólo una oportunidad le daba al dichoso invento….
Hecha tal promesa buscó a conciencia hasta que la encontró, una morena de ojos azules de amplia sonrisa y dos carreras terminadas. Antonio quedó con ella y se vieron en una placita del centro, era perfecta, guapa, sencilla pero interesante, lista, que no espabilada, dominaba la palabra y los modales, lo que andaba buscando, sin duda…
Y a la luz de las velas, en noche perfecta, la parejita se hacía ojitos como adolescentes, todo marchaba mejor de lo esperado, sin duda. Pero como pompa de jabón, de repente, en los postres, la morena guapa comentó que tenía que ir a tomar su medicación para una ezquizofrenia que arrastraba desde hacía tiempo. Y claro, Antonio, medio asustado, mientras ella se empastillaba en el baño, cúlpenle si quieren, se asustó y quiso irse, pero como la chica le había llevado y el restaurante quedaba lejos de todo, decidió pedir por favor a la camarera que le dijera a la de amplia sonrisa que se había ido por algún asunto urgente. Ella se negó, pero ante la insistencia cedió a esconder a Antonio en la cocina mientras le explicaba a la morena que su amigo se había marchado. Habiendo pasado un rato, entre risas, nuestro amigó le explicó a la camarera la situación exacta mientras ésta cerraba el comedor, contándole el juramento previo de no quedar con nadie más de aquella manera. Tras varias cervezas y muchas carcajadas, ella le llevó a casa y allí, en la puerta, se besaron. Hoy son marido y mujer y regentan un restaurante donde sus niños corretean entre las mesas mientras Antonio promete no jugar a caprichos con el destino. Una historia de amor de nuestro tiempo, un guiño a la esperanza, mas no pensará lo mismo la morena ezquizofrénica, aunque no dude usted, querido lector, que hasta ella tendrá otra de las buenas para contarles, terapia mediante…

9 thoughts on “Una noche de locos…

  1. Después de leer el relato me he decepcionado con el final, es bonito, pero no el que yo esperaba, pobre morena, nunca despreciaria a una persona por tener una enfermedad así, al fin y al cabo con medicación pueden hacer una vida medianamente normal, es fin… que voy a decir…Pero me alegre de que el chico encontrara a su amor, aunque muy mal! Antonio! así no se actúa!, se habla, pobre chica…

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