Aceptación, Compromiso, Humanidad, Inteligencia, Personajes

Promesa Torera…

Claro. Ves aplausos en mi plaza y piensas que jamás hubo sospecha. Ves la gloria aparente y te olvidas del esfuerzo. Ves algún acierto y te dejas los mil errores que lo sostienen. Te crees el ímpetu creyendo que siempre estuvo, la fe sin vacíos y el coraje sin vergüenzas. Observas los pasos y obvias la huella, el dolor y el cansancio, la tristeza. Es mi culpa por mostrarte mis sonrisas, y no las noches en vela desesperado. Es mi falta por dejarte mis buenas palabras y no mis crueles silencios. Es mi responsabilidad por enseñarte el presente sin mostrarte mi oscuro pasado.

Madrugadas en un zulo de apenas treinta metros, envuelto en aprensiones que se curaban con versos y ver amanecer sin encontrar más sueño que mi propia pesadilla. Días escondidos en cobardía, sin salir de mí ni de mi mundo, a pesar de todo. Sentir que no había más elección que quedarse quieto a esperar, y ese milagro que nunca llegaba. Luchar sin descanso, con frío, sólo, angustiado, sin más ayuda que la compasión de quienes hacían por amarme.

Los años sin letras, con los números en rojo y el espíritu negro de futuro. Sin más horizonte que mañana, y que venga lo que Dios quiera. Vivir asustado sin perdonarme, juzgado por un sistema que maltrata al débil y lo hunde aún más si cabe. Sin furia, desconfiado, sin fuerza, ansioso, descuidado. Con el orgullo justo para andar, quizás algún que otro paso, apenas nada.

Hasta un día en que me vencí. Hasta que me cansé de ver el precipicio y elegí saltar en él, independientemente de lo que ocurriera. Hasta que aposté mi vida a morir y cogí el libro de mi destino para reescribir mi historia. En ese lugar donde se dice lo que se anhela y se expresa lo que se quiere. Abrazando los recelos con expresión y los malos pensamientos con acciones. Arriesgando perder para ganar, con la locura de los cuerdos y la sabiduría de los que no sopesan las cosas demasiado. Cambiando preguntas por respuestas y motivos por razones, digan lo que digan, los que critican, los que aconsejan, los que postulan, esos supuestos valientes que ven los toros desde la barrera.

Yo estuve ahí, donde los héroes nacen y los guerreros se hacen. En esa batalla infernal en la que miras a los ojos de tu sombra. En el ruedo tenebroso donde se lidian nuestros propios temores, con el arte que pretendes en tu capote y la espada clavada en el centro de tu mismísima alma. Yo estuve en esos tiempos fatales, pero digno como pocos, donde me hice torero de vida, ejemplo de poco, pero excepción suficiente para hacer creer, quizás a ti, o a aquellos que llegan a esa maldita plaza con el corazón encogido, hartito de miedos, pero dispuestos a torear lo que salga, con la promesa única de ir a muerte en cada bendita estocada a cada uno de tus fantasmas…

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