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Pérdidas irremplazables.

La cosa tiene mandanga. Lo habrán escuchado, y, si no es así, preparen paciencia que lo van a tener hasta en la sopa, que para eso vivimos en un país de periodismo buitrero. El sábado por la tarde desapareció en Triana una niña de 17 años, de familia humilde trabajadora, de esas que llegan a fin de mes con la soga al cuello, no sé si les suenan. Estamos a Miércoles y siguen sin encontrarla, con la única pista de un grito escuchado por un vecino y otra vecina que dice haberla saludado en el mismo portal a la hora de la desaparición. Gente sencilla envuelta en historias desagradables, de difícil solución, porque mientras la hipótesis de la «chiquillada» se va desvaneciendo, los medios de comunicación empiezan a hacer noche en la puerta del domicilio como carroñeros del morbo, con el pretexto de dar buena información. Ojalá la encuentren, viva, ciudadanos de a pie no merecen tanto desagravio, no imagino peor dolor para un padre que perder de vista a una hija. Mi solidaridad.

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