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La tengo pequeña…

La tengo pequeña, enana diría yo. No se me asusten fieles lectores, sé que no soy el único ni el primero que lo sabe, que no hay mucho más que entender si uno lo piensa. Mínúscula, y gracias que no he tenido que utilizarla para conseguir ascensos o aprobar asignaturas, porque hubiera fracasado en mi desempeño, tanto como cuando alguna vez me he propuesto, sin éxito, que creciera. Diminuta, invisible para el que disfrute en sus manos de enormidades y exageradas muestras inhumanas, o quizás lo normal para la especie, aunque me obstine en negarlo, que de ilusiones y de lamentos se vive. Ridícula, más aún si la comparas con elementos anónimos al azar, lo anormal de lo normal, vamos, que para esto si que hay medida, aunque preocupe de cuando en cuando.
Y no puedo hacer nada para remediarlo, la ciencia no sabe darme más respuestas de la que espero, mis amistades cercanas lo saben pero no hacen caso, algún gesto de burla como mucho, y es que no es para menos. Mi madre bien conoce el tema desde antes casi de que pudiera hablar, siempre estuvo y estará apoyándome, yo lo sé, mil gracias madre, sé que miras con resignación lo que otros traducen en risas, ese idioma de las madres, ya saben… Un mundo que premia al que la tiene más grande, visto lo visto, un lugar que repele a los que carecen de lo que yo, precisamente, adolezco.
Ya saben de qué hablo, a lo que me refiero, aunque de cosilla nombrarlo…. De la vanidad, señores, de la vanidad…
Y es que tengo poco y quisiera tener aún menos, pues abrirá puertas, pero mi alma no dormiría tranquila, ni te digo mi conciencia…
Lunes de vanidades y dobles sentidos, como todos los lunes, y un frío que pela, tanto, que me la empequeñece…

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