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Igual por ahi se salvan…

A veces me dan la columna hecha. Solo hace falta asomarse a la caja tonta y comprobar la parodia continua con la que nos obsequian a diario los que nos gobiernan. Y tienes que tragarte en la sobremesa a la clase política dando palmadas en la espalda a cada pobre minero que van sacando del agujero, con esa sonrisa autocomplaciente de quien se cree salvador del cotarro de turno. Y tan panchos, oiga. Los mismos  que mantienen en condiciones precarias la industria minera del país son los que acuden raudos y veloces al centro del desierto de Atacama con tal de salir guapos en la foto y de paso gritar Chile tres veces, que eso gana votos y buena imagen, si no les dan un Nobel de la Paz o un Principe de Asturias, ahora que están baratos…
La llevamos clara, miremos por donde lo miremos. Es por eso que, de un tiempo a esta parte, evitando envenenarme demasiado, me invento en mi cabeza situaciones surrealistas para suavizar el efecto alucinógeno que me provoca tanto caradura. Y hoy le di vueltas a la posibilidad de que una nave nodriza del universo alpha gamma aparcada en Barbate hubiera esparcido marcianitos verdes con antenas por todo nuestro planeta a fin de estudiar la conducta humana. Imaginen el pastel; -Oye, que quedamos la semana que viene a esta hora y nos contamos…-  -Vale, vale, yo tiro para Chile, tu vete para el Condado Congoliano, ya nos vemos…
Y claro, nada que ver. A la semana, camino de vuelta por la antigua senda de Tarifa se encuentran de nuevo y se cuentan la película. Uno que si ha visto a medio mundo pendiente de 33 tíos metidos en un agujero, con las teles a machete para sacar la imagen del año y todos felices sintiéndonos héroes. Y el otro con cara extrañada, el que fue al Congo,  contando cómo se pasan por la piedra sin piedad a pobres negritos y la madre que los pario, dejados de la mano de Dios a base de bien en medio de la nada… 
Y, ya a las puertas de Barbate, se van oyendo las voces de unos, que si el Caso Malaya, otros hablando mal de Zapatero, de Rajoy, del paro, un grupito cantando en catalán Mediterráneo y todos patidifusos de las cosas tan diferentes que han visto… Y cuando más seguros están de largarse de nuestra  porqueriza  convencidos de que no tenemos solución, llegan donde estaba la nave y ni rastro. Se la han llevado los de la Zona Azul a vaya usted a saber donde por no poner el papelito en el salpicadero y cumplir con el deber ciudadano de cualquier galaxia del universo entero. Y allí quedan pasmados, hasta que el marcianito que fue a Chile se sube a una piedra y les dice a los demás que sabe de un agujero a seiscientos metros de profundidad que, con un poco de suerte, no lo tapan y pueden todavía aprovecharlo. Y así será, al menos mientras no lo alquilen a dos duros a algún grupo de pobres inmigrantes ilegales que anden vagueando, aunque por ahí igual se salvan nuestros queridos amigos verdes. Van apañados en cualquier caso…

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