La ocasión y mi ausencia, por justificada que sea, lo merece. Pequeñas anécdotas de mi breve existencia que hagan el café de primera hora más agradable al paladar, exquisito o rancio según lo que haya detrás, que para paladares y gustos, colores.
Recordarán vuesas mercedes, si tienen a bien, aquellas primeras excursiones en el colegio. Las recordarán porque eran emocionantes. Te subías al transporte a primera hora, entre carcajadas y bromas, los mayores trabajando, de un lado para otro, con cara desencajada, y tú pegado al cristal del autobús saludando al que más y al que menos, embobados al conocer que, más allá de tu aula, en horario de clase, existía vida y movimiento. Sentarte con tu mejor amigo, cerca de la niña que te hacía ojitos, cantar al unísono, esa mochila con el bocadillo, en papel albal, y alguna bolsita de golosinas que duraba bien poco…. Todo lo preparabas con ilusión desde días antes, con la certeza de pasar una mañana repleta de nuevas sensaciones, risas, juegos y algún que otro guiño inocente a la guapa de la clase.
En esas estamos, la tarde antes, siguiendo el ritual de siempre, mi madre me dio doscientas pesetas de la época, un Potosí, para visitar a Don Paco y canjearlo por una bolsa repleta de confituras azucaradas, las mismas que al día siguiente zamparíamos con vehemencia y desasosiego. Casi merecía la pena el viaje sólo por aquellas chucherías, pues el lomo empanado estaba bueno, no se me enfade, madre, pero el paladar de los seis años no es amigo de las proteínas en demasía…
Vuelta al hecho, que desvarío. Ya en casa, todo preparado, con Sergio, sentados en aquel sillón de escai negro que se pegaba a la piel, empezamos, al mismo tiempo, a sentirnos mal, como con fiebre. Mediaba el silencio, y las caras se iban desencajando por momentos. Allí, los dos, cada vez con peor cara, callados, pues era mejor no decir nada, era impensable perderse la excursión, aunque sólo fuera por las golosinas, por eso o porque la gente no pensara que tu mamá no te dejaba ir porque le daba miedo, que había madres para todo…
Pero cuando el cuerpo dice basta no hay excusas. Tras un rato ensimismado, cada uno mirando al suelo, tristes pues nos olíamos el pastel, Sergio decidió irse a casa, creo que ni me despedí, estaba enfadado con él, por enfermar, y conmigo al mismo tiempo, por lo mismo. A la mañana siguiente una llamada, era Sergio, que no iba, colgué sin escuchar excusas, me había quedado de un brochazo sin compañero de asiento, sin chucherías, pues se las llevó el indeseable el día anterior, y sin vergüenza, pues no tardé más de dos minutos en decidir que yo tampoco estaba en condiciones de ir a ningún lado, la dichosa fiebre, ya saben. Algún Dios inmisericorde que quiso darnos la vara aquel día de Mayo… y es que no hay que subestimar al destino, tan cruel como caprichoso.
Aquella fue, la historia de dos niños y una excursión que acabó en tragedia, a pesar de Don Paco, las chucherías, el lomo adobao, el autobús, la niña guapa y la madre que los parió…
9 thoughts on “Excursiones y tragedias….”
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desde luego que coraje, cuando tu mejor amig@ no hacia algo contigo en el cole , verdad? se te ha pasado nombrar las canciones del camino en el autobús, que eso no puede faltar!!!yo recuerdo que nosotros cuando llegabamos a algún sitio, cantabamos: Ya stamos aki, ya hemos llegaoo somos las valverdeñas es lo mejor es lo mejor simpre de buen humor jeii!!!Jaja (con ruido keda mejor ehh)un besazo y el café leyendote siempre es dulce.
Pronto será Sergio el que compre las chuches para la excursión de su hijo.Felicidades Sergio.
como me encantaban las excursiones, casi tanto como leerte, no lo dejes…
ey que yo tb kiero escribir, soy Carmen, de la facu, estamos 6!!! delante dell ordenador de la biblio leyendote!!!! eres el mejor!!!!
oye!!!! ahora soy yo!!!! Ana!!!! llevaba dias sin leerte !!!! bs desde la facu!! mañana medicina!! puaghhh
gracias !!
Que gran verdad. Recuerdo aquellos papeles de autorización escritos en una cuarta de folio a «boli bic», con la firma de los padres permitiendo que fueras a… no más lejos de las ruinas itálicas… Olvidarte ese papel en casa el día de la excursión era lo peor que te podía pasar en la vida.
O los otros niños, que nunca iban porque no les dejaban sus padres y que nos daban cierta pena (toda la que un niño puede concentrar hasta que el viento cambia y se le olvida).
Recuerdo que esa tremenda ilusión por ponerte malo con tal de no ir al cole y quedarte en la cama viendo dibujos animados, se convertía en tu peor pesadilla si se acercaba una excursión. De hecho, no se vosotros, todavía conservo ese temor ahora, con vacaciones planificadas…
Siento que la pesadilla se te hiciera real, pero ya sabes, las cosas malas siempre les pasa a la gente buena… ;P
Salu2.
jajjaja 🙂
No me digas que Sergio va a ser Papá!!!qué fuerte!!aquel niño me hacía mucha gracias porque tenía una cara de gorfo!!!cómo será después de 16 años??Otra cosa características que podríamos añadir a esas excursiones, era el olor que salia de las mochilas, ummmmm, a bocadillo de tortilla o de carne empaná, con el refresquito y las patatas, que festín, madre mía!!
Besos hermanillo!!
Maria V.O.