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Espinete en la judería…

Lo que hay que escuchar amigos. El viernes asistí a una conferencia de un profesor de mi facultad. El tema era la ciudad de Sevilla y sus gentes, ya saben, chafardeo de ciudad, ejemplo de buen rollito a lo largo de la historia, Puerto de Indias y entrada de Europa, mezcla de culturas en buena compaña y símbolos de la época musulmana bien conservados y toda la pesca. Quedé perplejo. Tanta vanagloria en un tío que parecía leído y culto, soltando paridas de campeonato, practicando el nacionalismo más exacerbado que se pueda imaginar. Qué despiporre señores. Pero para eso tengo mis líneas, para callarle la boca, aunque a destiempo, pues no tuve huevos de contradecirle en plena perorata, no fuera a ser que me apedrearan la mayor allí mismo…

Escuche profesor. La historia que relato fue real, está bien documentada. Corría el año 1391, época en la que moriscos, judíos y cristianos convivían pacíficamente entre los muros de la ciudad, como hoy sería Ceuta o Melilla. Hasta aquí firmaría usted, presupongo. Pero siga, no se detenga…
Surgió en aquellas la figura del clérigo Ferrant Martinez, arcediano de Ecija, arengando a la comunidad cristiana, que era mayoría, en contra de los peligros que traían consigo los judíos y moriscos. Desde la Alameda de Hércules hasta los Jardines de Murillo, límites de la ciudad, fue el cura casa por casa alentando a la revuelta, prometiendo el oro y el moro, nunca mejor dicho. La cosa surtió efecto. Hubo una primera escaramuza, pero fueron pocos los heridos, pues los alguaciles de la Corte, que en aquel tiempo velaban por la hermandad de culturas, fueron avisados a tiempo, sofocando no sin problemas el cotarro. Una cosa llevó a otra, los alborotadores fueron castigados con azotes públicos por tal acto, enfureciendo aún más al clérigo, que a la vez incitaba con más fuerza si cabe contra los de distinta raza. Sucedió entonces que una noche entraron en la casa de un cristiano a robar y, ante el ánimo ya de por sí caldeado, se montó definitivamente el pitote. Se cree que cuatro mil moriscos y judíos perdieron la vida aquella madrugada. Ni siquiera saquearon sus casas. El brote racista hizo pasar a cuchillo a cualquier ciudadano, honrado o no, por el simple hecho de ser de raza diferente, aunque una semana antes compartieran con ellos mesa y mantel en la taberna de la esquina. Y todo por el odio de un sacerdote que encendió la chispa de toda una ciudad, aunque cueste trabajo creerlo. Los pocos supervivientes tuvieron que huir, los cuales, en reclamo de sus derechos, no lograron conseguir nada, pues el rey solo tenía 11 años entonces. Cuando Enrique III obtuvo la mayoría de edad mandó encarcelar al Arcediano, imponiendo además una elevada sanción tanto al ayuntamiento como al mismísimo vecindario de Sevilla. Tan elevada que se tardaron diez años en abonarla, vecino por vecino, pero era ya lo de menos…

Piensen ustedes que la población de Sevilla en esas era de quince mil personas, es decir, que se pasaron por la piedra una tercera parte de la ciudad en una noche. Es por eso que cuando echamos definitivamente a los moriscos de España, en 1492, Sevilla no se vio afectada en demasía por la limpieza étnica perpetrada justo un siglo antes, haciendo más fácil el mal trago de largarlos una vez más de nuestras tierras…

Y toda esta parrafada me viene a dar la razón profesor mío. No siempre ha sido Sevilla un remanso de paz, ni mucho menos. Solo hace falta que uno encienda la mecha para liarnos a palos, lo cual es aún más triste, pues entonces el pecado no consiste en ser ruines y malditos, sino en parecer borregos, hasta que a un pastor puñetero le dé por azuzarnos contra lo que sea, que no sé qué es peor. Ya ve profesor, en todos lados cuecen habas, amigo mío. Así que deje de soliviantarme a las masas borregas, no vaya a ser que se traguen su utópico discurso de Barrio Sésamo y acaben jugando con Bambi y Espinete a los médicos en la antigua Judería, escenario de masacres en otro tiempo, para que venga usted, campante, y no quiera acordarse de lo que allí sucedió en aquellos días…

4 thoughts on “Espinete en la judería…

  1. Tremenda historia. no lo sabia. Desgraciadamente y como tu dices, en todos sitios cuecen habas. Y eso muchas veces lo olvidamos y nos creemos mejores que nadie. Nos pasa mucho eso y al final lo acabamos pagando. Kike me encantan tus relatos historicos. Le das un toque y estilo personal que me atrapa. Ana

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