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Este mundo tiene solución. Un tsunami de mil pares que empiece por las costas de Cádiz y amanse a la altura del Cabo de Ajo, buenos y malos revolcados en lodo. Es la única manera, empezar de cero.

Hoy viniendo al trabajo en bici, como siempre, me han insultado tres veces. La primera ha sido un señor mayor, se ha asustado al pasarle al lado por el carril bici y me ha espetado un -«subnormal» de los que hacen época. Y se ha quedado tan ancho. No he querido ni volver la cara por aquello del respeto a las personas mayores.

El segundo ha sido en un semáforo, he pasado cerca de su retrovisor y el tío se ha dado el susto padre. Nada, este hombre simplemente se ha cagado en «tos» mis muertos y ha seguido su camino.

El tercero ha sido casi llegando. Había un hombre en la mediana de 4 carriles en medio de una gran avenida, jugándose literalmente la vida. Y yo que iba adelantando el tráfico pesado de primera hora he pasado rozándole la chaqueta, por lo que se ha acordado de mi madre y del más antiguo oficio.

Y aparcas la bici, con un frío que pela, sin un duro en el bolsillo, perdiendo la dignidad a cada paso por un sueldo que no compensa, con barba de tres días y ninguna gana de hacer nada por nadie.

Este mundo está enfermo, sólo me queda el consuelo, el consuelo de sentirme diferente, y la esperanza, la esperanza de que llegue pronto el ansiado tsunami…

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