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El fin de semana dio para mucho. Me quise esconder en el pueblo, en una casa fría donde el silencio hace las delicias ante tanta vida ajetreada y estrecheces de finales de mes. Nada de grandes hazañas, unas cervecitas salpicada de risas con los amigos mientras niños vestidos de domingo corretean detrás de una pelota. Pero es agradable, sobre todo cuando llevas tiempo sin pararte a pensar en los pasos que das y el camino que pisas. Vuelta a la realidad…

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