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Quién es el Loco…

Quien viene a consulta lo sabe. No dejes de hacer cosas. Da igual si son equivocadas o no. En el acierto hay bienestar y en el fallo aprendizaje, y ese es un premio para aquel que lo intenta a pesar de todo. Así ocurre también en el ámbito de la terapia, no iba a ser menos. Veo continuamente pasar por mi gabinete personas que deciden darse oportunidades, hombres y mujeres dispuestos a ser humildes y empezar a mirar por sí mismos. No saben las respuestas, pero las intuyen. No conocen la manera, pero esperan. No son enfermos, ni pacientes, ni clientes. Son gente normal que pretenden hacer cosas geniales. Han decidido dejar de pensar, aplazar el sentir, empezar a hacer y no tanto decir. Han desafiado al destino, a la expectativa que caía sobre ellos, aceptando el reto de conocer sus callejones más oscuros y terminar enamorándose en ellos.

Mucha gente piensa aún que a los psicólogos van los locos, los desquiciados, aquellos que han perdido el norte, los desesperados y los débiles. Nada más lejos de la realidad. Hay que ser muy valiente para ponerse delante de uno mismo, escucharse, comprometerse y caminar tu propio camino. Hay que ser muy cuerdo para empezar a festejar tus locuras, notar los latidos de tu espíritu y abrazar los miedos más profundos. Es de ser héroes plantearse cambiar lo que está escrito, dejarse acompañar en el pozo, ver la luz cuando hace tiempo que no la has visto. Hay que estar muy vivo para soportar el silencio, amar el ruido de la conciencia, soportar el peso de las creencias. Y ser muy humano para entrenar el cariño, la empatía, elegir las palabras y motivarse. Es divino reencontrarse, crear tu propio horizonte, hallar las razones a las que agarrarse, tirar con todo y ponerse en pie.

Y todo ello me hace sentir orgulloso, por dejarme ser testigo de la proeza de quien se reinventa, por sentirme parte de su historia y el abrazo agradecido de quien termina. No hay mejor viaje que el vuestro. Con las piedras y las tormentas, con los sabores amargos y las desdichas, los golpes y la pereza. Pues quien se atreve a atreverse nunca pierde, y quien se absuelve entonces vive. Que no tiene precio saber que los miedos son sólo eso, que los temores terminan cuando los enfrentas, que el sufrimiento es opcional y amarse obligatorio. Que la vida empieza cuando comienzas a respirar libremente, y para eso hay que librar una batalla, la de las almas bellas que por fin se miran al espejo, la de aquellos que jamás se rinden ante la hipocresía de un mundo enfermo que los tilda de chiflados mientras el tiempo les da razones para creer que los locos son los que no piden de vez en cuando ayuda…

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