Guadalquivir

Día 15.Sevilla. Nieblas que quedan en nada…

Me había inventado mil veces en mi cabeza la entrada en Sevilla. Había suspirado otras tantas por bañarme en ese olor a azahar que la ciudad destila en esta época del año. Guardaba esperanza de tener las fuerzas suficientes para alzar la vista y divisar la Giralda en lo lejos. Pero fue mucho más de lo esperado, y si no que valgan unas letras…

Caminé desde temprano entre brumas que cegaban, ocultando la senda, embotando mi pulso por no dejarme ver el camino. Con fe y paciencia fui siguiendo los mapas, agarrándome a señales que indicaban mi buen rumbo. Fueron momentos tensos, y es que mucho rato desconocía mi posición exacta, con esa mala niebla que no se iba, enrevesando aún más las vereas y mis intenciones, si cabe. Ni siquiera el Sol me orientaba, aún débil para dar consejo sobre mis pasos. La angustia entonces dominaba, ya sabiéndome perdido…

Y ocurrió el milagro. Un halo de luz apareció vigoroso y deshizo en un segundo las tinieblas, dejándome a la vista la mejor imagen que jamás ví nunca, Sevilla, que lejos descansaba entre nubes, imperial y hermosa. Ya sólo tuve que dejarme llevar hasta mi destino. Recuerdo que los últimos metros los hice gritando de alegría, ya casi al trote, a pesar de la pesadez de mis piernas, llevado por la emoción y las ganas de reencontrarme con la ciudad que me vio hacerme un hombre. Ocho horas de travesía acababan al fin, como una muesca ya de tantas. Y tarde me veo escribiendo, borracho de sensaciones que no acabarán el sábado, de eso estoy seguro. No me quedan letras ni palabras, sólo mi sonrisa por verme más cerca de Sanlúcar y de vosotros…

Vivir muriendo y morir viviendo, como un día dije. Así juego con mis días, aunque no me quede ni un gramo de fuerza… y aún así, mañana Los Palacios, aunque valga mi memoria…

Fotos y videos de hoy pinchando abajo…
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