Por ello, hay un ejercicio que practico con mis pacientes que tiene que ver con aquello de traer al consciente esas heridas emocionales y, como si de una bolsa de sensaciones se tratara, traer al presente también las cosas buenas que esa persona nos trajo y terminar por perdonarla, entendiendo que lo que hoy somos depende en gran medida de esas heridas y bondades, y que no seríamos lo que vemos en el espejo si nunca se hubieran dado.
Es por eso que es tan grande la acción de perdonar, pues en realidad persigue un objetivo egoista e inteligente. Perdonar consiste en dejar de depender de una circunstancia, ser independiente en cuanto a conducta y emociones. SI perdonas a tu enemigo, dejarás de marcharte cuando entra en la habitación en la que estás. Si no lo haces, su conducta de entrar en esa sala estará marcando la tuya de enfadarte e irte. No serás libre.
Si perdonas a quien te hizo daño le estás quitando poder sobre ti, a todos los niveles, pues estás eligiendo de nuevo tu conducta. Y, con el tiempo, y como vimos ayer, tu conducta marcará tus emociones, sintiéndote libre para decidir lo que sientes, y, con el tiempo, tu pensamiento se volverá de forma natural en un positivismo descontaminado de malas intenciones. Y, de forma mágica, y esto no lo puedo demostrar, pero ocurre, la situación de tu vida se tornará más agradable…
Trabaja tus deudas emocionales para terminar perdonando, pues en el fondo te estarás perdonando a ti mismo…