Enrique Vazquez Oria

Una vela en mi mesa…

Rafael, dueño de silencios, parco en ademanes a la vez que experto en miradas. Manuela, paciencia y disciplina, cuidadosa de cada gesto para con los suyos. José, marinero enamorado de sus mares, inocente y amable. Remedios, inteligencia y desparpajo a la lumbre de lo justo para ir tirando. José, campesino, serenidad y trabajo camino de sus tierras… Se fueron como habitaron en vida, decentemente, abrazando cada palmo de existencia con una fuerza de otro mundo. Dedicaron al futuro la mejor de las obras que el ser humano pueda dejar en testamento, humildad para cada quehacer cotidiano, fortaleza para los momentos duros, y sonrisas cuando tocase. Hoy, en su honor, les recordamos con una vela en nuestra mesa, haciéndoles partícipes en nuestros corazones de la magia de otra Nochebuena que se escapa. Herederos orgullosos de su semilla, proclamamos sin temor a medianías un divino sentimiento de ternura, allá donde estén, pues creemos firmemente que son testigos, al menos esta noche, de nuestras carcajadas y villancicos, y eso nos reconforta…
Sólo quería, amigos y amigas, haceros un poquito partícipes de cómo se vive el día de hoy en mi casa. También deseaba, no es para menos, felicitaros de corazón la Navidad, esperando que le deis un sentido de verdad a estas fiestas, por el bien de vosotros, de los que están por llegar o, como yo en estas letras, de vuestros dignos antepasados…