Enrique Vazquez Oria

Te lo dije mi niña!

Si algo abunda en España son los personajes, extraños o entrañables, para todos los gustos. Algunos parecen sabios y otros rozan la locura, pululan por las ciudades con aire decidido, no dudan jamás de estar en lo cierto, signo de que han perdido la chaveta, pero a veces te sorprenden por un gesto o unas palabras que quedan marcadas para que el tiempo les de la razón, si bien el destino, para entonces, les habrá olvidado, pero para eso tengo mis letras, para que vivan en la memoria infinita de quien tenga a bien leer su historia…
Había una mujer mayor en Santa Cruz, donde viví mis años adolescentes, de aspecto frágil. La recuerdo con falda larga y zapatos negros de tacón. Bien vestida, humilde pero digna, con gafas culo de botella y algo encorvada. Pateaba la ciudad de arriba a abajo. Lo mismo te la encontrabas en el autobús que en el supermercado, igual en un parque dando de comer a los palomos que comprando tela para hacerse un pañuelo. Curiosamente portaba siempre un paraguas, hiciera el día que hiciera. Ya sabrán ustedes del buen tiempo de las Islas Afotunadas, allí donde el Sol es lo habitual ya sea primavera verano o invierno. Pues bien, ésta entrañable mujer se hizo famosa entre los vecinos de la ciudad por su simpatía, alegrando la espera de una cola o el trayecto en autobús con sus historias bien contadas y cargadas de moralejas. Y claro, a poco que la gente cogía confianza le preguntaban por el paraguas que llevaba en la mano con un Sol de justicia asomando por el ventanal sin visos de cambio. Y ella, respondiendo como si de la primera vez se tratase, contaba la historia de un día soleado que salió a la calle y le sorprendió una tormenta de aúpa lejos de su casa, empapándose hasta el corbejón, y desde aquel día, decía, ni se le ocurría salir sin él, ya hiciera el mejor de los días de verano, no se fiaba un pelo, vamos. Imaginen las risas allí donde contaba la anécdota, gente en bermudas haciendo trasbordo para ir a la playa y la anciana con una mano llevando mil bolsas de la compra y en la otra su paraguas, no fuera a mojarse las canas…
Me acordé de ella cuando ésta mañana en la cola de la fruta una mujer le preguntaba al tendero que quién se iba a imaginar ésta crisis que había hecho que su marido agotara el paro en tiempos de bonanza laboral y ahora que se le termina la subvención no encontrara trabajo en los albañiles. Pues a la anciana del paraguas, sabia entre los sabios, ésta tormenta no le habría pillado desprevenida, y le diría a la señora con su salero canario, te lo dije mi niña!!!, y tendría que darle la razón, tan a destiempo…