Habitamos en la finca del enchufe, donde si eres presidente de la Junta y tu hija necesita una subvención, se la das sin preguntas, y aquí paz y después gloria. Poseemos el dudoso honor de ser la región europea que soporta más paro, que se dice pronto. Convivimos puerta con puerta con gentuza que tiene catorce pisos repartidos por todas las playas de la zona, y todos vacíos, encareciendo el alquiler de quienes verdaderamente lo necesitan. El único lugar del mundo donde el pillaje no sólo está permitido, sino que está bien visto, porque, dicen, es de gente espabilada. Un país que se desmorona entre banderas y las bombas de unos cuantos, sin que nadie haga nada, porque todo lo compensa el partido del sábado o la barbacoa en el campo del domingo. Y todo ésto, para colmo de masocas, me lo tengo que zampar junto con una tostada que cada día sabe a menos. Es por eso que, últimamente, cuando Antonio se acerca con el periódico, paso directamente a la última página, donde ponen la programación, que allí sé que no mienten, y al menos saco algo en claro, aunque a veces ni en eso dicen la verdad los malditos, y me cambian de hora Redes, mi programa favorito, cogiéndome un berrinche de mil pares en medio de la madrugada… Así que sólo me vienen quedando los sudokus y el horóscopo, o decirle a Antonio que se meta el periódico por donde le quepa, fastidiando, como la vida misma, al que menos culpa tiene…