Enrique Vazquez Oria

Por si no lo sabeis…

Hoy sólo quisiera decirles algo a la gente de mi pueblo, en el que quien más y quien menos anda con la soga hasta el cuello, pero no solo de ahora, tan de moda con esto de la crisis para justificarlo todo. En mi pueblo eso de no tener un pavo no es nuevo, a no ser que a tu papá le diera por coleccionar tierras y el nene las heredase, que se da, vaya, pero son los menos. Lo que allí se estila es el jornalero que vive en función de donde pueda meter mano, que si recogida de naranjas o siembra de lo que manden. Los pobres eligen bien poco, aunque le han vendido la moto de que cada cuatro años decide quien quiere de alcalde, pero hasta en eso le hacen la pirula, porque el picha brava de turno les promete el oro y el moro y los incautos meten la papeleta en la urna para nada, engañados por promesas que nunca verán la luz. Levantan de noche, cuando aún el gallo anda dormitando y el frío cala hasta los huesos. Arañan sus manos entre zarzales para poder poner en la mesa un puchero y cuatro aceitunas, lo justo para ir tirando, con mil estrecheces y ningún capricho en la despensa. El cinturón siempre apretado y los mismos zapatos, desgastados de tanto buscarse la vida por las esquinas y los campos, y dando gracias a Dios encima, que es lo que toca. Eso y aguantar a señoritos redomados en la plaza los domingos, mesa con mesa, mientras tienen que soportar el falso saludo de quienes los miran por encima del hombro. Y para colmo tener que corresponder, aunque por dentro anden encendidos de violencia y rabia por lo injusto del cotarro. Y así por los siglos de los siglos. Pero es por eso que hoy quería hablaros, pueblo, pues estoy de vuestro lado, por si alguna vez necesitais de unas letras o unas manos para atizar a los malos en sus vergüenzas, que es lo menos que, de cuando en cuando, merecen sus sucias conciencias y nuestro maltrecho pero honrado orgullo… Tan solo quería deciros eso…