Enrique Vazquez Oria

Mi señora…

Quisiera darle las gracias, señora, mi señora, por tanto, por tan bueno…
Me daba forma en la madrugada, bajo un silencio tiznado de olvidos y promesas, me acariciaba al alba, como la tierra que mece al que la trabaja, me regalaste fe y esperanza a media mañana cuando el campanar suena y la pereza se diluye. Y no te logro olvidar, mujer, esos atardeceres a tu vera, horizontes que se hacían finitos pues tu mano lo alcanzaba todo, no te logro olvidar amada mía,dueña de mi inocencia…
Musa de mis palabras,inspiración de mis carnes, consejera en la desdicha, amante fiera cuando la lujuria se acercaba a mi orilla, a mi humilde barca, allí donde me susurraste los mejores versos, donde me ofreciste los mejores aromas, allí jugaste y no perdiste, sin lamentos ni reproches, como buena señora,mi señora…
Mil lágrimas derramé cuando me olvidabas, cuando te hacías pequeña en la distancia y tu lino se hacía paño. Nadie supo consolarme cuando te rendiste, ni el viento ni el destino, ni mucho menos juramentos huecos y lejanas letanías, tan sombrías como mi calma, efímeras como mi paciencia…
Volví a tí al tiempo, cambié, no sé, cambiaste, pedí en una esquina clemencia por el olvido, te ví arrastrarte en tormentas, ví romper cristales sobre tu espalda, como puñales de un mundo que no sabe ni entiende de honores, ese que bordaste con paciencia en el cuello de los que te abandonaron, los mismos que hoy cumplen condena eterna, la de las almas que no tienen alma y cambiaron su patria por unas risas y unas monedas, la peor de las penitencias, proscritos en desiertos de sensaciones…
Sin ser vistosa me seduces, como la mejor de las amantes, y, sin embargo, pueblo, te soy infiel cada domingo por no perderme entre tus calles y contarte al oído mil historias de amores que se fueron y vientos que sonríen al pensarte. Villarrasa, señora, mi señora, mis respetos…