Viste sus maneras de dulzura, andares de princesa y mirada de doncella. Camina firme con el mundo testigo de hazañas anónimas que gritan su nombre, conoce la humildad y la practica, experta en sonreir ante la duda y esquivar la tristeza, se hizo fuerte en lo que nadie, pues su lealtad no conoce límites y su esfuerzo desespera al más paciente. Desafía la certeza de quien desconfía de un mundo desalmado, del que antepone el pesimismo y la razón a ilusiones sentadas sobre utopías lejanas, resiste ante trincheras de espanto nutridas por almas que decidieron negarse, huir a través de campos vacíos sin ramas que dar cobijo a la esperanza. Me hace poner fin a mi diccionario, ese que carece de palabras que signifiquen un corazón que no fue nunca de éste universo, con esa mirada que sospecha bondades donde nadie busca mientras acaricia cada palmo de inocencia que respiran sus pasos libres. Fiel como la Luna que saluda al escritor poeta que llora letras al viento por no perderla, por volver a conocerte, iluminando rinconces fríos en noches oscuras, lumbre de candil en veredas inertes donde la inspiración escapa en cada descuido. La musa de mis artes, quise que quien no te conoce te supiera cercana, quise que quien no tiene el privilegio de bañarse en tu lecho divino te imaginara un instante y volviera a creer en las excepciones que salvarán nuestro destino. Nobleza hecha gesto, nada en horizontes que prometen idilio, mas en cada brazada deja la vida, pues conoce el camino pero también sus piedras, esas que nacen al verte y mueren cuando das la espalda, quedando el recuerdo de tu aroma, rezando para que vuelvas al encuentro. Y yo, dichoso, poniendo letra a tu sombra eterna, esa que quise hacer mía, ayer, mañana, siempre, esa que mato por hacer nuestra…