Moriré repitiéndome, pero prefiero el riesgo de tener que esquivar zancadillas en mi camino al trabajo que perderme en bosques de conformismo disfrazado de lo políticamente correcto o establecido por el género habitual. Y es que no importa si llora ante un palio o si se emociona ante la lumbre de la feria un año más, no pretendo minarle los pocos alicientes que no prohibe una vida que ahoga, pero permita que le pida que dé un sentido íntimo a la fanfarria y que relativice verdades que parecen de todo menos efímeras rodeado de tanto acólito. Deje usted que le suplique pensar un solo minuto para sí mismo sobre los pasos que persigue y reflexionar sobre lo que vive, lo que quiere, y lo que espera de su existencia, y después disfrute la juerga del cirio o del rebujito a mil por hora, como merece, pero no aminore para luchar contra la injusticia y la desidia, y contribuirá en silencio a acabar con este inmisericorde invierno, que es eterno…