A veces luces traje, otras harapos, pero es tu cara el peor disfraz, ese que cada mañana, a primera hora, calzas en el desamparo. Tu rostro clama fonemas de otro universo, allí donde el honor no se compra y el cariño permanece, más allá de contratos y promesas. Te oigo en silencio jurarte paciencia, te rozo y noto la calidez de un corazón rodeado de ánimas gélidas que hielan hogueras, y te veo persistir en lo imposible, desafiando probabilidades, acechando la lógica, esa que no se atreve a murmurar rendiciones en tu presencia, porque sabe que apuesta en falso, a pesar de todo…
Esta es mi oda al padre, a la madre, a todo aquel que mire por todo y por todos sin mirarse, aquel que piense que la bondad de las almas salvará al mundo, y lucha para que sus hijos lo vean, aunque ellos hayan tomado ya otro camino, allí donde va la gente buena, en honroso altruismo…
A usted, padre o madre de familia, mañana, cuando vaya camino del trabajo, dejaré de decirle, por vergüenza, que le observo, le respeto, y le admiro…