Enrique Vazquez Oria

Héroes que madrugan….

Padre de familia que conoces el frío de la madrugada cuando tus hijos hacen las de Morfeo, mientras tu esposa, compañera, prepara el desayuno de los héroes. Este canto va dedicado a aquellos que dejaron de pensar en sí mismos y torcieron gestos por corazones inocentes. No hay mayor locura, ni tanta magia, pues la esencia de lo divino la puedo reconocer cada mañana en cada acera, quizás absorto tras el cristal del autobús empañado por el vaho y la desidia. A veces te observo en la barra, con el café a medio tomar y la mirada perdida, reflejo de un mundo que intuyes vacío. De pronto giras tu estampa y mentas al altísimo por tener que luchar en una guerra perdida de antemano, con batallas a menudo crueles. Ducho en recibir estocazos y esquivar espadas de punta fina, te has curtido en el infierno, en el peor de todos, ese que dicta sentencia a muerte si el miedo llama a tu puerta y la esperanza salta por la ventana de la injusticia, porque de tus manos dependen bocas de tus carnes, y eso compensa todo…
A veces luces traje, otras harapos, pero es tu cara el peor disfraz, ese que cada mañana, a primera hora, calzas en el desamparo. Tu rostro clama fonemas de otro universo, allí donde el honor no se compra y el cariño permanece, más allá de contratos y promesas. Te oigo en silencio jurarte paciencia, te rozo y noto la calidez de un corazón rodeado de ánimas gélidas que hielan hogueras, y te veo persistir en lo imposible, desafiando probabilidades, acechando la lógica, esa que no se atreve a murmurar rendiciones en tu presencia, porque sabe que apuesta en falso, a pesar de todo…
Esta es mi oda al padre, a la madre, a todo aquel que mire por todo y por todos sin mirarse, aquel que piense que la bondad de las almas salvará al mundo, y lucha para que sus hijos lo vean, aunque ellos hayan tomado ya otro camino, allí donde va la gente buena, en honroso altruismo…
A usted, padre o madre de familia, mañana, cuando vaya camino del trabajo, dejaré de decirle, por vergüenza, que le observo, le respeto, y le admiro…