Tras una verea sinuosa llegué a Andújar, de ascendencia romana y mora, como susurran sus murallas de otra época, pareciendo alzarse entre las colinas para guardar la fe de sus habitantes. Se puede oir todavía, caminando por su judería, los poemas de amores furtivos que rezaron a la sombra de una mezquita por ansiar un futuro halagüeño. El olor a jazmín y el campanar de Santa María hace el resto, elevarte a época de mercaderes, creerte dueño de turbante y mezclarse con el pópulo para buscarse la vida. Emociona pisar calles con tanta historia, remozadas por vergeles de flores en los balcones, y ese agua cayendo paciente, en idílicos rinconcitos de arte…
Iliturgi se me escapa, pero aún más sus gentes, amables al trato y de simpático acento, dando color al domingo, entre risas y niños correteando tras una pelota. Saben lo que tienen y se les nota, y eso me gusta hasta el extremo. Admiro los pueblos que se admiran, pues el amor empieza por uno mismo, y eso les hace reconocerse ante el mundo con orgullo, embelesando a visitantes y peregrinos, que quedan absortos por tanta belleza.
Se me acaban los pueblos de Jaén, perlas de la campiña. Mañana entro en Montoro, que ya es de Córdoba, y me llevo conmigo bellos recuerdos y sensaciones, de una gente humilde y trabajadora, sencillos a la par que humanos, una provincia que me ha acogido con cariño, y que ya por siempre será punto de partida y de encuentro, tanto de mí mismo como de aquellos que se atrevan a conocerse perdiéndose por sus caminos y murallas. Y aunque pasen mil años, aunque cien siglos vinieran, no conocerán verso que les diga tanto, por mucho que anden buscando, no más que el hermoso silencio de esta santa tierra, el silencio de sus caminos y el de sus murallas, paraísos de otro tiempo que se nos ha legado para enamorarnos de nuevo en cada esquina…
Fotos y videos de hoy pinchando abajo…
http://www.flickr.com/photos/50063804@N06/sets/