Enrique Vazquez Oria

Cosas que nunca te dijeron…

De cabello fuerte, como su raza, de gesto firme, como su honradez. Su mirada abraza, sus manos dibujan gestos bruscos pero amables. No anda, se desliza. Su puño, tan apretado que asusta. Su alma, tan sencilla que sonríe al miedo. Sangre de mi sangre, el viento le trajo penumbras a su corazón, hielo al deshielo. La recuerdo desde muy pequeño, siempre ocupada, danzando sin parar, como ave que no descansa, como nevar que no cesa. Aprendió de lo humilde, entendíó que su palabra era su única coraza, se hizo fuerte en sencillez, en trabajo, en esfuerzo… y fue esquivando trampas, saltando obstáculos. Regaló la vida a dos niños, herederos de su misma tez cándida, de la misma media sonrisa que no guarda nada, la que no engaña jamás…
Adornó su jardín de esperanza, plantó ilusiones en cada esquina, y fue regando con mimo, como nunca, como siempre, como le enseñaron sin enseñárselo. Pero un día el jardín marchitó y solo hizo recoger pedazos de un invierno que sabía llegaría. Y fue entonces cuando ocurrió el milagro, donde la raza apretó el puño y su gesto, honrado, abrazó lo inabarcable para el común de los comunes, y obró que el invierno tornara en primavera temprana, en flores de mayor vigor, en olores hasta entonces desconocidos. E hizo de su jardín el más deseado, el más rico en sustancia, aún con los mismos ingredientes que antaño, pero diferentes aromas, geniales y puros.
Y siguió luchando, y lo sigue haciendo, por un lugar que es suyo en este mundo, pos sus hijos, por un jardín divino en medio de la nada… Quizás nunca acaricies su alma, pues a los «Pura Sangre» se hace imposible acunarlos, pero quizás puedas acercarte a respetarla, la podrás ver, seguro, en este invierno, en Rios Ramos 61, Villarrasa, y te regalará la primavera….