La noticia cayó en mis manos a media tarde, navegando a la deriva por el universo Internet, ese que me tiene atrapado delante de la pantalla de mi vieja computadora. Quedé perplejo, admirado de tan macabro ejemplo, buscando la manera de entender cómo el cérebro solito, viendo el cotarro, no entonó el “apaga y vámonos” y chapó el invento. Pues no, sucede que lo mantiene ahí, vivito y coleando, vamos, ni una cosa ni otra, entiéndame la gracia, con los tornillos desparramados, pero con la antena puesta, sintonizando la cantinela más triste que un humano pueda sufrir en carnes. Ya no te digo la impotencia del chaval, que más de una vez habrá hecho fuerzas para soltar un manotazo al típico soplagaitas de turno que suelta la gracia, porque les aseguro que a todo se acostumbra uno, incluso a estas cosas, que he visto energúmenos soltando chascarrillos en entierros y gracietas a destiempo. Y con eso y mucho más le tocó convivir al tal Rom, desgraciado entre los desgraciados, por decir algo…
Y lo peor no es eso. Lo chungo viene siendo que la iglesia se anda apuntando el tanto de la resurrección después de 23 años, que manda huevos, pensará el inglés, que para vivir así mejor recoger los bártulos y tirar para el otro barrio, habemus corpus mediante. Vamos, que estoy seguro que lo primerito que hizo el chico tras salir del coma, fue soltar un corte de mangas a todo cristo, allegados y sotanas incluidas, y con razón, oigan ustedes, que para eso ha tenido tiempo de sobra de valorar a justos y cretinos. Porque no me digan a mí que no es una gran putada estar veinte años escuchando tonterías y despertar para encima tener que ir dando las gracias, como si nada hubiera pasado; que venga Dios y lo vea. Ni me imagino en su pellejo, con la de veces que me he levantado de la siesta de mala leche sin motivo. Como para irse quejando amigo, como para irse quejando…