Porque no veo yo al currelas de turno entendiendo de primeras conceptos de Derecho penal, ni tiene porqué, vaya. Y es que las cosas no han cambiado demasiado, me dirá más de uno. Y tendría razón, pues ya ocurría hace cuatro siglos que las misivas legales y las no legales había que llevarlas a algún escriba erudito para que te las tradujera a cristiano. Eso al que le daba por ser curioso, que era la inmensa minoría. Pueden imaginar el pasotismo de la gran mayoría con estas cosas…
La casualidad ha querido que, mientras ojeaba uno de esos periódicos gratuitos, mi atención cayera en una noticia que decía que los jueces se iban a proponer cambiar la jerga judicial a fin de hacerla más entendible para la gente de la calle, que son, en definitiva, los mayores interesados en comprenderla. Yo que me alegro. Es simplemente un proyecto, vale, pero al menos ya se lo han propuesto. Les ha costado darse cuenta de que no hay quien entienda el idioma extraño de la Justicia, prescrito únicamente para académicos de la Lengua, y de ahí para arriba.
Así pues, y mientras tanto, recen para que el arreglo lo terminen pronto, no vaya a ser que les llegue una de esas citaciones como la mía y no tengan huevos a adivinar si tiene usted que ir al Juzgado imputado por algún delito o para cobrar la herencia de un tío de Paterna al que no han visto en su puñetera vida. Y si no, es lo que hay, siempre estará a tiempo de preguntarle al funcionario de turno que asoma la cabeza por la ventanilla, eruditos escribas de nuestro tiempo a la fuerza. Lo normal es que ellos tampoco sepan aclararles las dudas, pero como poco siempre podrá llevarse a la boca un “vuelva usted mañana…”, y ya eso es mucho más de lo que pone el dichoso papelito que le ha llegado a usted a casa. Será cuestión de conformarse o de terminar muriendo en el intento de dar algún sentido al cotarro que nos traemos entre manos. Así nos va señores, así nos va…