Allí ocurría, en aquella cafetería, en plena discusión teorizando sobre si el alienígena tendría que ganarse el pan como el humanoide típico… sobre si sería considerado como ilegal, por aquello de la dificultad de arreglar los papeles a cualquiera hoy día. Y la gente de alrededor alucinando…
Y en esas estamos, la charla terminó y cada uno tomó rumbo dispar dándole vueltas al cotarro. Y yo, que reí un rato, quedé contento. Unas letras mías habían hecho, sin quererlo, que Laura, ganadora de bienales de flamenco, Antonio, pintor excelso de batallas, Juan, padre de familia y mago del piano, Sara, nómada de nuestro tiempo, Ana, con su altruismo de otro mundo, y servidor, echáramos unas risas y equiváramos problemas y estrecheces lo que dura un café. Reunión de artistas incomprendidos. Lo de los marcianos viene siendo lo de menos…