Pues eso, que pasé aquella noche en vela, vamos, que escuché a los reyes entrando en casa y poniendo el scalectric, y hasta probándolo. Me recuerdo aquella noche tapadito hasta el cogote, sudando, asustado por el reflejo de los coches en la ventana, no fuera a a ser que los reyes vinieran antes de tiempo. A la mañana siguiente te olvidabas probando los cacharros, hasta el año siguiente…
Algo parecido me pasó con El Señor Pérez, el ratoncito. A ese lo ví, lo juro, por la rendija que deja la puerta de mi cuarto entreabierta. Le ví cogiendo el diente y dejándome las cien pelas de rigor debajo de la almohada. Les puedo asegurar que mis ojos vieron cómo se marchaba feliz por el quicio de la ventana y saludando. Eso por no hablar de la vez que el ordenador, en antiguo MSDOS, me ordenaba apagarlo e irme a la cocina a comer. Me quedé dos minutos anonadado en las posibilidades de la informática, y, evidentemente, hice lo que me pedía. No medié palabra con mi familia del asunto, no fuera a ser que se enfadara la tan amable máquina…
Y se quejaba mi madre de que tenía mucha imaginación para contar e inventarme historias, y no sé porqué me da a mi, madre, que tienes algo que ver en todo eso…
El Martes que viene, les adelanto, más que nada porque me acabo de acordar, y para que no se me olvide, les contaré la noche en la que intenté asesinar, involuntariamente, a dos mormones con una manzana medio mordida. Hasta entonces, si ven al señor Pérez, a los de Oriente, o a mi madre… desconfíen….